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Católicos en Puerto Rico pasaron las horas orando durante huracán María

Rhina Guidos | Catholic News Service

WASHINGTON — Autoridades dicen que podría tomar meses para restablecer el sistema eléctrico completamente a Puerto Rico después de que el huracán María azotó a la isla y causó graves daños a su infraestructura el 20 de septiembre.

Con vientos de hasta 155 millas por hora, el huracán arrancó cables, techos de casas y otros edificios, arrancó palmeras e incluso dobló una cruz de hierro anclada a un poste de cemento a la entrada de una escuela jesuita en San Juan.

Ha sido difícil comunicarse con personas en la isla, dijo el padre franciscano capuchino Urbano Vásquez, del Santuario del Sagrado Corazón en Washington. El padre Vásquez estudió en Puerto Rico y conoce a mucha gente en la isla, incluso a siete frailes franciscanos capuchinos que se refugiaron durante la tormenta en el Centro Capuchino en Trujillo Alto, a unos 10 minutos del Casco Viejo de San Juan.

“Estaban temerosos, es la primera vez que pasan por algo así”, dijo el padre Vásquez. “Se mantuvieron rezando, o estuvieron cerca del Santísimo” mientras los vientos azotaron la vivienda y arrancaron parte del techo cerca de la capilla en el edificio. Después de la tormenta, algunos frailes le enviaron videos del viento silbando por las calles, imágenes tomadas desde una ventana rota de una puerta a la entrada de la residencia.

El viento golpeó la puerta a la entrada del convento y se sumió, dijo, y los frailes quedaron atrapados y sin manera de salir a la calle principal. Aunque hubieran logrado salir a la calle, las autoridades han decretado un toque de queda, temiendo contacto de los ciudadanos con cables que se han caído y otros objetos que pudieran ponerlos en peligro.

Los frailes le contaron sobre la devastación que podían ver desde dentro: palmeras sin frondas o caídas y caminos bloqueados. Un feligrés le envió fotos de semáforos destrozados por la fuerza del huracán.

El padre franciscano capuchino Carlos Reyes, en una entrevista telefónica con Catholic News Service el 21 de septiembre, dijo que no logró dormir durante la noche llena de angustia y pasó las horas rezando y escuchando por radio noticias del huracán María y de otros acontecimientos en el mundo. Escuchó del terremoto en México, y en medio de su propia experiencia con la ira de la naturaleza, oró por las víctimas del terremoto.

Agua se filtró durante la noche y los frailes trataron de hacer todo lo posible para mantenerla fuera de la residencia.

“Es una experiencia que hay que vivirla con fe”, pero también pensando en la precaución, dijo el padre Reyes. Las autoridades hicieron todo lo posible para transmitir el mensaje de emergencia y la destrucción que presentaba el huracán María, y muchos escucharon, dijo.

“El mensaje era de salvar vidas, no lo material”, dijo el padre Reyes. “Lo material se puede reconstruir, pero la vida no se puede (reconstruir)”.

El padre Reyes, originario de El Salvador, dijo que ha vivido fuertes terremotos, pero el daño de un terremoto es algo que ocurre en una zona. En el caso del huracán María “abarcó toda la isla”, dijo.

Autoridades dijeron el 22 de septiembre que al menos 15 personas murieron en Puerto Rico y 14 en Dominica por el huracán. Otras dos murieron en el territorio francés de Guadalupe y una en las Islas Vírgenes de los Estados Unidos.

La Compañía de Jesús en Puerto Rico publicó en un sitio web un mensaje y una foto de una cruz de hierro doblada por el viento del huracán, pero que aún está anclada a una torre a la entrada del Colegio San Ignacio de Loyola en San Juan, operada por los jesuitas en la capital de la isla.

“Con gratitud, nos hemos dado cuenta que los jesuitas, la facultad y el personal están a salvo”, dice el mensaje del padre Flavio Bravo, superior de la Comunidad Jesuita puertorriqueña. “La comunicación de la isla sigue limitada, así que esperamos noticias sobre nuestras familias de la escuela y miembros de nuestra parroquia”.

En el sitio web jesuitscentralsouthern.org, los jesuitas piden donaciones para ayudar con la reconstrucción que será necesaria en el futuro, pero igual que los capuchinos, todavía no se han dado cuenta de todo el daño que el huracán causó a sus propiedades.

“Esto deja mucho daño”, dijo el padre Reyes. “Son muchas las preocupaciones y las necesidades, pero podemos aprender mucho de estas experiencias … tenemos que sacar bienes de los males. En medio de todo esto, nos fortalece la fe”.

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