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Reto Familiar: La adicción electrónica

Por Carmen Briceño | Para el Catholic Herald

¿Se han fijado como todo el mundo anda por las calles con aparatos electrónicos? Es impresionante. No importa donde estés, la gente está pegada a los aparatos. En el banco, en las escuelas, en los restaurantes, y si, hasta en la santa Misa he visto tantos jóvenes como papás sacando su teléfono y mandando textos o revisando el Facebook. Muchos dicen que los medios de comunicación nos acercan más a los demás, pero en mi experiencia como ministro de pastoral juvenil y de consagrada que trabaja con familias, la verdad es que no estoy convencida.

Hace unos días fui a desayunar y vi a un papá con su hijo de 5 años. Mientras el niño comía, el papá pasó todo el rato revisando su teléfono. También hace poco fui a un encuentro juvenil donde había una variedad de actividades divertidísimas para los jóvenes. Muchísimos de ellos estaban sentados sin participar, pegados a sus teléfonos. Lo peor es que en el concierto final, mientras los jóvenes saltaban y cantaban, podías ver a los chaperones adultos alejados con teléfonos en mano.

Hubo un estudio que encontró que el 73 por ciento de personas sienten gran ansiedad si no tienen su teléfono; 68 por ciento no pueden pasar más de una hora sin revisarlo; 44 por ciento dicen que revisar su teléfono es lo primero que hacen al despertarse por la mañana. Ya se habla de adicciones electrónicas. De hecho tiene un nombre, se llama “nomofobia” (no móvil fobia), es decir, miedo a no tener teléfono en la mano. Esto está causando problemas grandes en las familias.

Los papás les dan los teléfonos últimos modelos a sus hijos sin pensar que les están entregando acceso completo a pornografía y muchas otras cosas. Los esposos están reconectandos por Facebook con relaciones del pasado y pasan a tener relaciones emocionales y físicas. He visto muchísimas esposas que ponen fotos provocativas en su Facebook para que la gente les diga que bellas son. También conozco muchos casos de jovencitas que mandan a sus “amigos” y “novios” imágenes inapropiadas de su cuerpo que luego no pueden retirar de las redes sociales.

Pero no solo es en problemas grandes como estos, sino en la vida diaria. No me deja de impresionar la mala educación de tantos jóvenes y adultos que sacan el teléfono en medio de una conversación o de una cena. ¿Qué nos está pasando? ¿No sabemos vivir el momento presente? La razón por la cual me preocupa es porque mientras más aumenta el uso electrónico, más disminuye el tiempo en silencio frente a Dios. ¿Cómo podemos estar quietos y tranquilos en oración cuando estamos acostumbrados a revisar el teléfono cada minuto? ¿Cómo podemos discernir la voluntad de Dios cuando estamos acostumbrados a recibir respuestas inmediatas y a nuestro gusto? ¿Cómo vamos a ser personas de sacrificio y entrega a los demás, si no podemos despegarnos por un momento de los aparatos electrónicos?

Quizás estás leyendo esto y piensas que no tiene que ver contigo. Hagamos una prueba. Cuenta cuántas veces al día vez o usas el teléfono. Cuenta cuántas fotos revisas o colocas en Facebook, cuenta los mensajes de texto o emails que envías al día. Compara el resultado con el tiempo que pasas en oración. Nuestro tiempo es muy valioso y al revisar como lo utilizamos podemos ver a que le estamos dando más valor en nuestras vidas. Apaga el teléfono, habla con Dios, habla con tu familia. Disfruta una cena sin revisar los aparatos, duerme tranquilo sin el teléfono a tu lado, mira los rostros de las personas en vez de las pantallas.

Encuentra tu valor en Dios y no en cuántos “likes” tienes en Facebook.

Briceño, quien es una Virgen Consagrada, es la asistente directora de Pastoral Juvenil en la Iglesia de Todos los Santos en Manassas.

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