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Mira tus propios pecados antes de juzgar a otros, dice el papa

Por Junno Arocho Esteves | Catholic News Service

El Papa Francisco conoce cantantes tradicionales de Croacia durante su audiencia general semanal en la Plaza de San Pedro el 20 de abril.

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CIUDAD DEL VATICANO – Los cristianos tienen que mirar sus propios pecados y fallas y no caer en la tentación de la hipocresía que causa que crean que son mejores que otros, dijo el papa Francisco.

“La relación de la salvación” con Dios no puede seguir adelante si la gente se justifica y mira los errores de los demás en vez de fijar su mirada en el Señor, él dijo durante su audiencia general semanal del 20 de abril.

“Esta es la línea de la salvación, la relación entre yo, el pecador, y el Señor”, él dijo ante decenas de miles de personas reunidas en la Plaza de San Pedro.

El papa reflexionó sobre un aspecto de la misericordia en el encuentro de Jesús con una mujer que era considerada pecadora. Mientras Jesús cenaba con uno de los fariseos ella entró a la casa llorando, lavó con sus lágrimas los pies de él y los secó con su pelo.

“Sus numerosos pecados le han sido perdonados porque ha demostrado mucho amor. Pero aquel a quien se le perdona poco, demuestra poco amor”, dijo Jesús.

El papa dijo que aunque el fariseo cuestiona la razón de Jesús para permitirse ser “contaminado” por la mujer, “como si ella fuese leprosa”, la reacción de Jesús es una lección sobre cómo “distinguir entre el pecado y el pecador”.

“Con el pecado no hay necesidad de transar, mientras que los pecadores, significando todos nosotros, somos como enfermos siendo curados y para poder curarnos necesitamos que el médico se acerque, nos visite, nos toque. Y naturalmente el enfermo, para poder ser sanado, tiene que reconocer la necesidad de un médico”, él dijo.

Al permitirse estar libre del prejuicio “que impide que la misericordia se exprese”, él añadió, Jesús termina el aislamiento causado por la hipocresía de “juicios despiadados”.

El papa Francisco dijo que el encuentro entre Jesús y la mujer nos “enseña el vínculo entre la fe, el amor y la gratitud”.

“Permitamos que el amor de Cristo sea derramado en nosotros. Un discípulo extrae de, y está enraizado en, su amor. De este amor todos pueden nutrirse y alimentarse. De esta manera, a través del amor agradecido que derramamos hacia nuestros hermanos y hermanas, en nuestros hogares y en la sociedad, la misericordia del Señor puede ser comunicada”, él dijo.

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