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Ana Bonilla-Galdámez es una trabajadora social llena de fe

Christine Stoddard | Catholic Herald

Ana Bonilla-Galdámez, la trabajadora social de la primaria de Charles Barrett en Alexandria, gano el premio de la Trabajadora Social del Año de su asociación profesional. Venera en las iglesias de St. Camillus in Silver Spring y el Buen Pastor en Alexandria.

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Cuando entro la oficina de Ana Bonilla-Galdámez para nuestra entrevista, ella está en el teléfono hablando sobre la audiencia de deportación para uno de sus estudiantes en la primaria de Charles Barrett en Alexandria. Mientras sigue su conversación, observo los juguetes, libros y dibujos que decoran los estantes y las paredes. Una señal tiene las palabras “Los padres hacen la diferencia”; otra tiene las reglas, incluyendo compartir y escuchar. Comida, zapatos y folletos educativos llenan los gabinetes.

No solo es un espacio administrativo pero también un refugio.

“Perdón”, Bonilla-Galdámez dijo avergonzadamente. “Necesitaba contestan esta llamaba”.

Y me escuchaba atentamente hasta la salida de clase, cuando los padres y estudiantes hacen una fila en frente de su puerta. Les escucha uno a uno, pidiendo información en vez de darles instrucciones.

Eso es por qué la Asociación Nacional de los Trabajadores Sociales, el grupo profesional más grande en el campo con más de 150.000 miembros, le dio Bonilla-Galdámez, una católica desde su niñez, el premio de Trabajadora Social del Año.

“Ana establece un equilibrio entre (imponer reglas) y tomando una estrategia parental”, dijo Seth Kennard, el director de Charles Barrett. “Tiene una estrategia holística”.

Kennard explicó que más de una tercera parte de los estudiantes en Charles Barrett cualifican para almuerzo gratis o de bajo costo, pero esta tasa no es suficiente para la clasificación de Título I, que designan las escuelas de mucha pobreza. Es por eso que Charles Barrett no recibe los recursos federales que reciben las escuelas de Título I, aunque hay un nivel alto de necesidad.

“Entonces hacemos lo que podemos con menos”, dijo Kennard pero “Ana es lista en solicitar entidades fuera de la escuela para ayudar a los estudiantes”.

Según Bonilla-Galdámez, su ética de trabajar está arraigada en su fe.

Bonilla-Galdámez, que ya vive en Lorton, llegó a Hyattsville, Md., con su familia a la edad de 12 años para huir de la guerra civil en El Salvador.

“Dejamos todo”, dijo ella. “Lo que teníamos (aquí en los Estados Unidos) fue lo que otros nos dieron”.

Cuando llegaron, Bonilla-Galdámez y su familia dependieron de la generosidad de una monja en el Centro Católico de la Arquidiócesis de Washington para sus necesidades básicas. Ella encontró su comunidad en la Iglesia de St. Camillus en Silver Spring, donde ella empezó a participar en el grupo de jóvenes con su hermano mayor. Ella dijo que el grupo le distrajo del abuso de sus compañeros de clase sobre su acento y altura.

“Iba a mi cama llorando y orando, pidiendo ¿por qué”? dijo ella. “Pero sabía que los domingos, iba a estar feliz, aceptada. La iglesia era mi sustento”.

Asistía a la Misa para Jóvenes, organizaba recaudaciones de fondos e hizo el servicio comunitario. Pasaba tanto tiempo en la iglesia con su grupo de jóvenes que su madre empezó a quejarse que no pasaba suficiente tiempo en la casa. Hoy en día les dice a los padres de sus estudiantes que la socialización en actividades positivas es importante para los niños.

A la edad de 14 años, empezó su primer trabajo limpiando inodoros. Antes de graduarse del colegio, también trabajó en un restaurante de comida rápida y en una oficina de giro bancario.

Aunque con el apoyo del grupo de jóvenes, Bonilla-Galdámez dijo que era difícil estar en un nuevo lugar.

Durante su primer año del colegio, comenzó a meterse en problemas con peleas en la escuela. Dijo que hoy cuando se pelean los estudiantes, se ve a sí misma en ellos, tratando de conformarse o exprimir sus frustraciones sobre problemas en la casa. Durante su periodo de rebelión, su pastor del grupo de jóvenes le invitó a decidir los tópicos para retiros y actuaciones.

Su pastor le animó a estudiar en la Universidad de St. Bonaventure en Nueva York después de terminar un año de estudios cerca de su casa.

“Con la fe, se aprende a dar, tener la esperanza, creer y siempre rezar”, dijo ella. “St. Bonaventure no era muy diversa durante mi tiempo en el campus. Iba a la capilla sola para orar en español y llorar”.

El campus no tenía la Misa en español y Bonilla-Galdámez quería venerar en su idioma nativo.

“De vez en cuando, ideas aparecen en mi cabeza y yo actúo”, ella dijo. “Yo estaba trabajando en el departamento universitario de lenguas extranjeras, entonces le pedí a la catedrática de español si les daría crédito extra a los estudiantes para asistir a una Misa en español. Y dijo que sí”.

Con el permiso del monasterio, ella celebró la primera Misa en español en el campus, algo que llegó a ser una tradición anual.

Después de graduarse en 1993, Bonilla-Galdámez procedió a ganar su maestría en el trabajo social de la Universidad Católica en Washington. Desde este punto, ha pasado casi 20 años en las escuelas públicas de Alexandria.

Empezó su carrera en el campus de Minnie Howard del colegio de T.C. Williams, donde dijo que los adolescentes le preguntaban sobre la fe, uno a uno o durante el programa extracurricular que estableció.

“Intelectualmente, nosotros (el personal de la escuela) les ensenamos como añadir y leer”, dijo ella. “Físicamente, ofrecemos la educación física y los repasos. Emocionalmente, tenemos la consejería. Pero, ¿qué les ofrecemos espiritualmente”?

Bonilla-Galdámez dijo que, en una escuela pública como Charles Barrett, no puede hablar de cuestiones de fe, sino que los estudiantes o padres inician la conversación. Cuando lo hacen, afecta como ella habla con ellos.

“Cuando muere el padre de un niño y el niño me pregunta sobre el cielo, voy a hablar del cielo”, dijo ella. “Muchos padres lloran cuando sus niños no hacen las decisiones correctas. Si hablan de orar por ellos, eso abre la puerta”.

Pero no importa la fe de sus estudiantes; Bonilla-Galdámez les ayuda – “siempre al máximo, con amor, servicio y compasión, directo del corazón”, dijo Molly Zametkin, su meritoria y una estudiante de trabajo social en la Universidad Católica.

“Ella ayuda a la gente con respeto a su dignidad humana y su autonomía”, dijo Zametkin. “Para ella, la meta no es hacer algo para alguien; es importante estar a su lado y darle los recursos correctos”.

Zametkin citó unos ejemplos de los esfuerzos de Bonilla-Galdámez, como un programa para los padres latinos, un programa de mentores de la comunidad y un grupo de autoestima para las niñas en el cuarto y quinto grado.

Bonilla-Galdámez, quien venera en la Iglesia de St. Camillus y la Iglesia del Buen Pastor en Alexandria, fue honorada el 30 de abril en el hotel de Omni Shoreham en Washington.

“Este es mi ministerio”, dijo ella. “No soy diferente que otros inmigrantes. Mi madre limpiaba las casas. Mi padre era chofer. Yo era una niña en riesgo. Pero Dios mi puso en este camino”.

Se puede enviar a Stoddard un correo electrónico: [email protected].

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