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opinion

Lo que realmente quieren los jóvenes

Carmen Briceño

Es muy fácil ver a los jóvenes y decir que lo único que les interesa son los electrónicos, los medios sociales, y los amigos. Los Papás vienen a mi para quejarse que sus hijos no quieren ir a la Iglesia ni a los grupos juveniles. Me dicen que no saben que hacer con ellos, que son flojos y que no ayudan en casa. El problema es que no les exigimos. No podemos dejar que la adolescencia sea una etapa donde los jóvenes piden derechos pero no tienen deberes. Los jóvenes tienen tanto que dar, el problema es que no se los pedimos.

Hace un mes me lleve a 10 jóvenes de misiones a la Republica Dominicana a un pueblo pequeño llamado Banica. Antes de irnos, nos reuníamos una vez al mes para preparar la misión. Ibamos por una semana a dar un campamento sobre la Eucaristía y a hacer visitas de casa en casa. Los mismos jóvenes tenían que tocar la música, hacer los juegos, dar los temas, iniciar el dialogo cuando íbamos de casa en casa. Tenían que hacerlo todo! En vez de cansarlos, mas bien los animaba porque no estaban haciendo lo que un adulto les decía, sino que podían poner sus propias ideas y pasión a la misión. Las reuniones no solo eran de preparación material sino también preparación espiritual. Les explicaba a los jóvenes que solo podían traer una maleta pequeña de las que caben en la cabina del avión, porque los misioneros deben viajar ligero. Esto les sorprendió y les causo un poco de angustia al principio, porque ¿como les cabria todo lo que querían traer? Esto nos ayudo para hablar sobre la necesidad de la sencillez, de solidaridad con el pobre y sobre como debíamos depender de la Providencia Divina en vez de solo las cosas materiales.

Una vez que llegamos ellos estaban encendidos. Querían darle todo a Dios y a la misión. Lo mas hermoso era ver como jugaban con los niños, como les enseñaban sobre la fe y como vivían cada momento sin quejarse. Ellos estaban felices porque se estaban entregando a los demás. Su oración se transformó de ser tediosa o repetitiva, a una oración con un Dios vivo que ellos encontraban en el rostro de los demás.

Quizás de las cosas que màs me sorprendió fue ver como ellos abrazaron la cruz y los sacrificios. Cada noche nos reuníamos en un cuarto para que compartieran sus experiencias de ese día y de su momento de encuentro con Dios. Que bello ver como Dios actuaba a través de ellos y se hacia presente en sus vidas. Al final de la noche escogían al azar el nombre de uno de los integrantes del grupo por quien al día siguiente, ofrecerían sacrificios y mortificaciones. Fue hermoso porque ya no se quejaban del calor, del hambre, de las molestias sino que ofrecían esos sacrificios por su compañero, para que su “buddy” se santificara. No solo eso sino que empezaron a buscar hacer màs sacrificios. Algunos se ponían piedras en el zapato, o no tomaban soda o comían menos y todo para la santidad de su compañero! Esto transformó la misión, porque abrazaron la cruz y vivieron como Cristo quien murió por amor a nosotros.

Al terminar la misión ninguno quería regresar a casa. Ellos ya no querían la vida fácil y cómoda que les esperaba. Ya habían probado la vida de misionero y de seguimiento profundo a Cristo y no querían volver a atrás.

Juliana escribió sobre su experiencia de misión: “Banica fue una experiencia increíble que abrió mis ojos para ver el Cielo. Me enseño como amar al prójimo como a mi mismo completamente y con todo el corazón; y a cambio recibí una alegría inexplicable, alegría que no se encuentra en las cosas materiales de este mundo. Esta experiencia me encendió con un fuego para servir a los demás con todo el corazón. Bien sea aquí en este país o donde sea, mi vocación es amar.” Stephany dijo “al principio fui a Banica pensando que iba a ayudar a la gente y a enseñarles sobre Cristo, pero al final del viaje aprendí que lo tenia al revés. La gente de Banica me enseño lo que significa la alegría verdadera. Pude ver a Dios en la cara de esos niños y estoy eternamente agradecida de haber ido y quisiera regresar de nuevo a la misión.”

Esto es lo que quieren los jóvenes, quieren vivir una vida de discipulado. Quieren tener un encuentro profundo con Dios y con el pobre que les transforme la vida. Ayudémosle a entregarse a los demás exigiéndoles mucho porque tienen tanto que dar.

Briceño, una virgen consagrada, se dedica a la evangelización a través de su ministerio happyfeetministries.com.

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