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Preparándonos para el Año de la Misericordia

La comunidad Hispana tanto en la Diócesis de Arlington como millones de fieles católicos en el mundo, desde ya se preparan para vivir con intensidad el “Año de la Misericordia” convocado por el Papa Francisco.

Con retiros, vigilias, ayunos y masivos eventos espirituales, los católicos vemos como necesario unirnos en oración por este importante acontecimiento dentro de nuestra Iglesia Católica. “Misericordia quiero” dijo Jesús cuando quiso utilizar la vocación como medio de sanación, e invitó a Mateo, cobrador de impuestos, a salir de la esclavitud del dinero a la libertad del seguimiento. Y es que ante Él, todos somos pecadores necesitados de su misericordia que en boca de Jesús se refiere no al amor que Dios exige al hombre, sino el que da el hombre.

“Misericordia quiero, y no sacrificios”, quiere decir: condenarte, o como dice el profeta Ezequiel: “No quiero la muerte del pecador, sino que se convierta y viva” (Ezequiel 33, 11). Dios no quiere “sacrificar a su criatura, sino “salvarla”, por los tres grandes enemigos del alma: mundo, demonio y carne; tampoco desea vernos sufrir. Lo que si reclama es la observancia de sus mandamientos, quiere que amemos hasta el sacrificio, que al decir de Pablo cuando Jesús dijo: “Misericordia quiero, y no sacrificio”, expresaba la frase del profeta Oseas, pero con un sentido nuevo, quiso decirnos simplemente que Dios quiere amor y reconocimiento, no sacrificios exteriores ni holocaustos de animales.

En boca de Jesús, esta expresión enfocaba la decisión de Dios, no de pedirnos amor sino de darlo. “Quiero ser misericordioso” dice la Palabra y desde el principio de la creación ha tenido total cumplimiento. Misericordia y sacrificio son dos cosas que deben vivir juntas porque el sacrificio sin misericordia no tiene sentido. Amar con misericordia nos conduce a sacrificarnos por los demás. Olvidándonos de nosotros mismos “bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzaran misericordia” Mateo 5, 7.

Casi siempre que Jesús se refiere a la misericordia como virtud humana lo hace llamando Bienaventurados a los que de una u otra manera, la practican. Lo que Dios pide al alma es amor, y el amor todo lo hace dulce? reclama misericordia que no es otra cosa que bondad no merecida, y que debemos practicarla como un mandamiento de Dios, que nos trae enormes beneficios. No olvidemos las 7 obras de misericordia corporales y las 7 espirituales que son grandes y poderosas herramientas para vivir unidos a Dios y a nuestros hermanos. Seamos pues misericordiosos.

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