En la última Navidad, nunca hubiéramos podido imaginarnos que apenas en un par de meses nuestra vida y nuestro mundo cambiarían para siempre por causa de una pandemia mundial. Con fe y amor, nos hemos esforzado por perseverar en medio de estas dificultades. Este año también nos han estremecido
una vez más las tensiones raciales en nuestra nación. Con confianza en Dios, seguimos buscando la transformación de nuestra sociedad para que refleje el Reino de Dios de una manera más plena. Ahora, la celebración del nacimiento de Nuestro Señor nos renueva en la esperanza y la paz que provienen solamente de
Él.
Al buscar modelos de aliento, particularmente en épocas de tribulaciones, no necesitamos mirar más allá de la Sagrada Familia. María y José recorrieron un largo y peligroso camino para proteger a Jesús. A pesar de su agotamiento, se mantuvieron firmes en la fe y confiaron en el plan de Dios
para ellos.
Al celebrar esta sagrada temporada de Navidad, ruego para que imitemos a María y a José y celebremos con reverencia y alegría la majestad y la maravilla de la Navidad: "El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros" (Jn 1:14). Al hacerse carne humana, Jesús se unió a nosotros en nuestra
existencia terrenal. Cristo sufrió el dolor, la desilusión y la lucha de esta vida, pero también santificó esos momentos. Que en esta Navidad nos convirtamos más plenamente en una morada del Verbo al confiar nuestras dificultades, nuestras cruces y nuestra propia vida a su infinito amor y a su divina
misericordia. En Él, encontraremos la fortaleza y la gracia que necesitamos.
En esta temporada de Navidad, Dios nos invita, por medio de las palabras de San Pablo a dejar "que la paz de Cristo reine en sus corazones: esa paz a la que han sido llamados porque formamos un solo Cuerpo" (Col 3:15). Que seamos instrumentos de la paz y la compasión de Cristo en un mundo que necesita
desesperadamente el testimonio de nuestra fe y unidad. Animémonos y apoyémonos unos a otros en la fe con un compromiso renovado de servir a nuestros hermanos y hermanas más necesitados, esforzándonos a diario por imitar a Cristo.
Abrigo la esperanza de que Nuestro Señor y Salvador los bendiga a ustedes y a sus familias con la paz que solamente Él puede dar y rezo porque así sea. Que este preciado don sea suyo en toda la temporada de Navidad y siempre.
Fielmente en Cristo,
Monseñor Michael F. Burbidge
Obispo de la Diócesis de Arlington