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Misa por la Conservación de la Paz y la Justicia

Homilía pronunciada por Monseñor Michael F. Burbidge | Obispo de la Diócesis se Arlington

Al celebrar esta Misa por la Conservación de la Paz y la Justicia, hago llegar mis más sinceros agradecimientos por la presencia de los líderes de toda nuestra Diócesis, incluso los de la comunidad afrodescendiente, todas las personas que se encuentran en esta Catedral y los participantes a través de la transmisión en vivo. Este encuentro refleja nuestra firme creencia en que Nuestro Señor y su Espíritu nos sanarán y unirán como el Cuerpo de Cristo y renovarán la faz de la Tierra. 

Hoy se cumplen dos semanas de la muerte brutal e incomprensible del Sr. George Floyd. En esta Misa, ofrecemos nuestras oraciones por el Sr. Floyd, su familia y todos los que lloran su muerte. También rezamos porque haya justicia en nuestro mundo, reflejada en nuestra expectativa absoluta de que los agentes del orden nunca abusen de su autoridad con fuerza excesiva, inaceptable y cruel. Rezamos por la erradicación del racismo, de la injusticia y de todos los actos de maldad en nuestra nación, con los cuales se profana la naturaleza sagrada y la dignidad de cada persona. 

Al rezar por la conservación de la paz y la justicia en nuestra nación, sabemos que el Señor que escucha nuestras plegarias también nos hace un llamado a la acción.  

Por lo tanto, reunidos como comunidad, primero que todo debemos confesarle a Dios las cosas que hemos dicho o hecho para contribuir a cualquier forma de racismo y discriminación, como también las veces que no hicimos nada para evitarlos. La confesión ante la comunidad nos ayuda a buscar sanación por el dolor que hayamos podido causarles a otros, a nuestros hermanos y hermanas en Cristo.  

En estos tiempos desconcertantes, condenamos con toda razón la atrocidad que lleva a más violencia, destrucción de los bienes de propiedad y daño a otras personas. Rezamos para que quienes sufren daños en silencio y tienen heridas sin sanar vuelvan los ojos a Dios, que nos lleva por el camino de la paz y de la no violencia, a fin de que podamos vivir juntos en armonía como miembros de la Sagrada Familia de Dios. 

Sí, ¡Dios nos hace un llamado a la acción! De manera que, ahora más que nunca, debemos llevar nuestra fe a la esfera pública y permitir que el Señor use nuestra voz para abogar enérgicamente por una sociedad más justa. Le pedimos a Dios que nos mande su Espíritu Santo para que nos dé el valor y la fortaleza que necesitamos para dar fiel testimonio de Él, aunque eso signifique que debamos sufrir o ser rechazados por otros por defender lo que es santo, correcto y justo.  

Dios nos ha llamado siempre a obrar con justicia y paz hacia toda la gente. En esta Misa nos dice: “Revístanse de amor. Que la paz de Cristo reine en su corazón”. Solo entonces podemos cantar con confianza: “Que en sus días florezca la justicia y abunde la paz, mientras dure la luna”.

Tan pronto recibamos la Sagrada Eucaristía, fuente de nuestra unidad, recemos para que la gracia recibida sea fructífera con el fin de que Dios pueda obrar por medio de nosotros para erradicar el mal y conservar la paz y la justicia verdaderas, porque como promete Nuestro Salvador, “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados … Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios”.

Que Dios nos bendiga, bendiga a nuestra nación y nos guarde ahora y siempre. Amén. 

   

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