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Una monja en Virginia que cuidaba de los seminaristas y llegó a ser amiga del Papa Francisco

Por Zoey Maraist | Escritora del Catholic Herald

La Madre Maria Bernardetta de la Inmaculada y el futuro Papa Francisco, Cardenal Jorge Bergoglio se conocieron en la Argentina y conservaron su amistad hasta la muerte de ella en 2001.

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El Padre Robert C. Cilinski sosteniendo la estola que la Sierva De Dios Madre María Bernardetta le hizo para su ordenación. ZOEY MARAIST | CATHOLIC HERALD

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Madre Maria Bernardetta de la Inmaculada figura en la memoria anual del Padre Robert C. Cilinski del Seminario San Juan Vianney.

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A la edad de 14 años, el Padre Robert C. Cilinski dejó su familia en Alexandria, y se fue al Seminario de San Juan Vianney, cerca de Richmond que es un internado para muchachos interesados en el sacerdocio. Fue una transición difícil pero en medio de todo había un aspecto muy bello: las Hermanas Pobres de San José. Dice el Padre que extrañaba mucho su hogar y las Hermanas eran muy buenas. “Nos cuidaban  y  nos preparaban los alimentos. Todos los días a la hora del descanso nos servían donas y leche con chocolate. Nos acompañaban a Misa, iban a nuestros juegos de baloncesto y nos animaban”.

El Padre Cilinski quien ahora es el Párroco De la Iglesia de la Natividad en Burke, llegó a tener una amistad muy cercana con la Madre Bernardetta de la Inmaculada, religiosa italiana quien era la directora del grupo de religiosas.  Una monja de sonrisa perenne,  dedicada siempre a los sacerdotes, a los seminaristas y a sus familias. Cuenta el Padre Cilinski que durante su último año de estudios, nació su hermanito menor y por el resto de su vida, la Madre siempre le preguntaba “cómo está tu hermanito?”

Después de su graduación, continuaron comunicándose por correspondencia. La Madre Bernardetta no pudo asistir a su ordenación como diácono pero le hizo una estola.  “Es un tesoro”, dice el Padre.  Durante su primer viaje a Roma, le hizo una visita sorpresiva en el convento donde vivía. “Hacía años que no la veía, bajó las gradas y me dijo: ‘Bobby Cilinski!!’. Fue una verdadera reunión “.

En 2018 la Madre Bernardetta fue declarada Sierva de Dios, un paso hacia la canonización.  El Padre Cilinski fue uno de los muchos que atestiguaron sobre la bondad de su personalidad . Si es canonizada, entonces él habrá sido alimentado por una santa.”Me siento muy humilde al pensar en eso”, dice el Padre.

La Madre Bernardetta nació en Montella, Italia el 15 de octubre de 1918, con el nombre de Adela Sesso.  Desde muy pequeña quiso entrar a la Congregación de las Vocacionistas,  pero no le fue permitido debido a que su hermana ya había entrado a esa Orden. Entró entonces a la orden de las Hermanas Pobres de San José a la edad de 17 años y pronunció sus votos finales en Roma en 1938.  Pocos meses después fue enviada a servir a Argentina. Por muchos años sirvió en Muñiz, Argentina, donde la Orden tenía una escuela secundaria, al lado de la Casa Madre.  La Hermana Delfina Gomez, de 81 años, estudiaba allí cuando conoció a la Madre Bernardetta.  La Hermana Fermina Dri, de 83 años, era novicia cuando conoció a Madre Bernardetta .  Ambas viven ahora en el convento de las Hermanas Pobres en Alexandria. Ambas estaban con Madre Bernardetta cuando fueron enviadas a St. Mary’s College en North East, Pa. para encargarse de la cocina de los jóvenes del seminario de secundaria de los Redentoristas. “Era otro mundo”, dice la Hermana Delfina, donde no conocían el idioma. Pero era un sitio lleno de paz. “Éramos muy felices allí, y también Madre Bernardetta,”  dice la Hermana.  Dos años más tarde, cuando cerró la escuela, Monseñor Gabriel Maiorello, las invitó a irse a la diócesis de Richmond.  Allí, nombraron a la Hermana Bernardetta , como superiora local.  Allí también las Hermanas cocinaban para aproximadamente 100 muchachos. Las Hermanas Fermina y Delfina seguían principalmente un menú de comidas americana, italiana y Argentina, tales como hamburguesas, pastel de carne y mucha pizza.  De los años que convivieron con ella, las Hermanas recuerdan a Madre Bernardetta como una persona llena de energía, muy trabajadora, contenta y siempre atenta a las necesidades de la comunidad.  Hacía manteles y otros artículos que los vendía entre las familias de los seminaristas para recaudar dinero y enviarlo a las Hermanas en Argentina.  A veces hacía viajes con otras Hermanas para pedir limosna.

El Padre Cilinski recuerda el impacto que la Madre tenía en el seminario. “Mucho de los sacerdotes, los profesores, la buscaban por su sabiduría “, señala.

El seminario cerró en 1978 y ella regresó a la Argentina, donde la Madre María González, actual superiora del convento de Alexandria, la conoció por primera vez.  “Guardaba tanto amor por el tiempo que había pasado aquí, que toda Hermana que venía de aquí era siempre alguien muy especial para ella. Siempre nos buscaba”, decía la Madre María.

Cuando la Madre Bernardetta  trabajaba cerca de la casa de formación de los jesuitas en San Miguel, trabó amistad con el sacerdote jesuita Jorge Bergoglio, el futuro Papa Francisco. En 2016 en una homilia el Papa se refirió a ella:  “cuando yo era maestro de novicios y también como superior provincial, cada vez que había dificultades con alguien, lo mandaba a conversar con ella.  Entonces Ella aplicaba un par de palmaditas espirituales y asunto resuelto. Esa es la sabiduría de las mujeres de Dios, sabiduría materna”. 

La amistad continuó cuando la Madre Bernardetta regresó a su Italia natal en 1986. La Madre María recuerda que “el siempre le llevaba a ella sus cosas para coserlas y repararlas”.  “Cuando ella estaba en Roma, el la  llamaba desde Buenos Aires todos los domingos.  Ella se quedaba cerca del teléfono y me decía: ‘estoy esperando la llamada del Cardenal. A veces no puede pero la mayoría de las veces me llama a las 2′”. 

La siguiente ocasión en que la Madre María volvió a Roma, la encontró muy enferma.  El Cardenal Bergoglio le administró la Unción de los Enfermos, y falleció de cancer pancreatico el 12 de diciembre de 2001.  Fue sepultada en su ciudad natal.

Las Hermanas Pobres de San José, que la conocieron guardan la esperanza de que la gente imite su amor al trabajo y la oración y el apoyo que prestó a los sacerdotes y a aquellos que estaba en proceso de discernimiento para el sacerdocio.  

La Hermana Fermina dice que es una sorpresa llena de gozo recordar que “ella fue mi superiora y compañera por tantos años. Y ahora su causa está en proceso “.

Traducción: Julia A. Jarquin

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