Los seres humanos vivimos esforzándonos por encontrar el camino a
la felicidad, y pasamos toda nuestra vida trabajando en ello, es un trabajo que
inconscientemente hacemos. Desafortunadamente en muchas ocasiones optamos por
caminos y veredas equivocadas, provocándonos grandes frustraciones y desacatos.
Toda nuestra vida gira en torno a la búsqueda de la felicidad, el
Papa Benedicto XVI en la JMJ en 2008 explicaba que “La vida (...) es una
búsqueda de la verdad, del bien, de la belleza. Con ese fin tomamos
nuestras decisiones, ejercemos nuestra libertad y, en esto, en la verdad, en el
bien y en la belleza, encontramos la felicidad y la alegría” (JMJ Sydney
Australia, 2008/VII)
Es por ello que ser felices, implica que de manera individual nos
esforcemos por vivir ante la presencia de Dios y seguir la regla de vida que
Jesús nos dejó plasmada en las bienaventuranzas que han sido consideradas como
el corazón del evangelio.
Con las bienaventuranzas Jesús quiere llevarnos a tener una mente
y un corazón despejado y feliz. Es justo lo contrario a las ofertas de
felicidad que nos ofrece el mundo. En lugar de ofrecernos cosas y elementos
exteriores lo que nos propone es el crecimiento interior, llenar nuestra vida
de unos valores que no fallan en el camino de la felicidad.
Jesús contrapone la felicidad entendida según el mundo: los que
son ricos en múltiples cosas: dinero, cultura, poder, placeres... y nos da una
noción totalmente distinta. Ser feliz no es tener sino ser.
Las bienaventuranzas nos indican el espíritu que ha de inspirar
el cómo llevar y vivir nuestra vida mientras peregrinamos hacia la casa del
Padre. Las hemos de escuchar en actitud de conversión personal y comunitaria.
Sólo así hemos de caminar hacia la felicidad, tanto personal como también de
todos aquellos que nos rodean, convirtiéndonos así en referentes de santidad
para los demás.
En la primera bienaventuranza Jesús elogia a los "pobres de
espíritu" y de corazón sencillo, que actúan sin prepotencia ni arrogancia,
sin riquezas ni esplendor, sostenidos por la autoridad humilde de Jesús y por
su evangelio, su única riqueza es vivir cumpliendo la voluntad de Dios. Cuando
se cumple la voluntad de Dios se hace nuestro verdaderamente es el reino de
Dios.
Jesús no es ajeno a que en muchas ocasiones padeceremos tristeza
y aflicción, por ello trata de consolarnos al afirmar "Felices los que
están tristes porque Dios los consolará." Muchos están afligidos por sus
pecados, ésta es la aflicción que produce el arrepentimiento en la vida de los
seres humanos. Dios consolará a los arrepentidos les ungirá con el bálsamo de
su amor y su perdón, entonces su lagrimas serán de alegría. Cuando nos dejamos
alcanzar por el perdón suyo, nos volvemos humildes y comenzamos a heredar la
tierra prometida, el cielo. "Felices los de corazón humilde, porque
recibirán la tierra que Dios le ha prometido." Son humildes de corazón los
que se someten de verdad a la voluntad de Dios.
Un hombre o una mujer que no busca la paz, no puede llamarse
cristiano, creo que la búsqueda de la felicidad comienza por la búsqueda de la
paz, interior en primer lugar. "Felices los que procuran la paz entre los
hombres, porque Dios los llamará hijos suyos." Debemos siempre de sembrar
la paz interior y exterior para lograr la auténtica armonía espiritual donde
quiera que nos encontremos.
Ahora bien, surge en las últimas dos bienaventuranzas un
contraste bastante difícil, porque nos cuesta aceptar que la persecución y los
maltratos son parte de la felicidad y el crecimiento, es duro entenderlo, mas
sin embargo es parte del ser cristiano "Felices los perseguidos por causa
de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos." La persecución
surge cuando vivimos con autenticidad y transparencia la voluntad de Dios, esta
actitud provoca persecuciones y tensiones. "Felices ustedes cuando los
injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense
y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos." Incluso
en los momentos más difíciles y duros de la vida el seguidor de Jesús siempre
lo sentirá cercano.
En conclusión las bienaventuranzas, son un camino para encontrar
la santidad y sobre todo para ser felices en la gracia de Dios. En un mundo
marcado por la desigualdad y el egoísmo, donde todo lo que no da placer o poder
es mal visto, es necesario implantar el espíritu de las bienaventuranzas.
Cuando se vive el evangelio con autenticidad y sin miedo, es entonces cuando la
felicidad comienza a florecer y se tiene autoridad y credibilidad para mostrar
el rostro de Jesús a los hombres y mujeres de hoy.
El Padre Díaz
es el vicario parroquial de la Iglesia de la Sagrada Familia en Dale City.