Como todos esperábamos el pasado 23 de mayo
Monseñor Óscar Arnulfo Romero fue beatificado
en la Plaza Salvador del Mundo, en pleno corazón de la
capital salvadoreña.
Con una asistencia multitudinaria, salvadoreños y
extranjeros celebraban con una espléndida ceremonia
religiosa, una impresionante Misa celebrada por una
legión de arzobispos, obispos, sacerdotes y cardenales
representantes de la Santa Sede, entre ellos el Cardenal
Ángelo Amatto y Vicenzo Paglia.
Para el pueblo salvadoreño - como para nuestra
comunidad centroamericana y latinoamericana de nuestra
Diócesis de Arlington - es un gran honor y privilegio
poder celebrar y recordar la vida de un santo y mártir
como Monseñor Óscar A. Romero.
No podemos olvidar ni ignorar que la comunidad hispana de
nuestra diócesis está compuesta en un 60 por
ciento de feligreses de origen salvadoreño; seis
sacerdotes salvadoreños son vicarios parroquiales,
entre ellos, el padre Alexander Díaz, Padre Ismael
Comayagua, Padre William Serrano, Padre Milton Acevedo, Padre
Zacarías Martínez y el Padre Henry Rivera.
Con el apoyo del Papa Francisco, se dio fuerza para que se
agilizara el proceso de beatificación de
Monseñor Romero, considerado un mártir desde
hace mucho tiempo. Su colección de homilías y
mensajes radiales han tocado los corazones y las conciencias
de millones de católicos; sus reflexiones han tenido
una gran y positiva trayectoria pastoral y de compromiso
social frente a las injusticias cometidas con los más
pobres y marginados de la sociedad.
A Monseñor Romero, se le ha conocido como "la voz de
los sin voz", no podemos olvidar que los mártires son
semillas de vida que siembran esperanza y fortalecen los
caminos de la fe. Ellos han fecundado todos los horizontes
del planeta con la fuerza de la palabra profética y el
testimonio de vida de quienes tuvieron el coraje y la fe de
caminar junto a la Iglesia Pueblo de Dios. Sus voces se
alzaron en todo el continente y el mundo sometido a la
violencia con más de 70 mil muertos exilados y
perseguidos.
Con "Santo Romero de América" como ya todo un pueblo
lo aclama, el pueblo salvadoreño le pide a su santo
para que traiga la paz definitiva a un pueblo que por la
post-guerra sufre la secuela de una violencia generada por
las pandillas que tienen extorsionado y secuestrado a toda
una nación.
Con Monseñor Romero, la palabra de los
salvadoreños subió hasta Dios. Con él,
la palabra de Dios se hizo cercana y compasiva hacia los
pobres y se hizo difícil para los opresores. Con
él, la palabra de Dios, se convirtió en palabra
más cortante que espada de dos filos, que descubre el
fondo de los corazones y de la historia, divide a los
hombres, pero es acogida por quienes aman la justicia y la
verdad.
Monseñor Óscar Arnulfo Romero era arzobispo de
San Salvador. Nació el 15 de agosto de 1917 en ciudad
Barrios, departamento de San Miguel, y fue asesinado el 24 de
marzo de 1980 en San Salvador cuando celebraba la Santa
Eucaristía. Ahora, nosotros los hispanos lo
recordaremos en cada parroquia como el gran signo de
esperanza Monseñor Romero, ahora el Santo Romero de
América, quedará grabado en nuestros corazones,
pues todo un pueblo que estuvo en espera lo ha resucitado y
será difícil olvidarlo.
En él la palabra se hizo carne salvadoreña y la
historia salvadoreña se hizo palabra. Gracias, El
Salvador, por darnos un nuevo santo.
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