Como Católicos inmigrantes no podemos desconocer ni ignorar que
muchas de nuestras familias están pasando por momentos difíciles por la
situación migratoria que nos ha llenado de pánico, miedo y terror.
“Mas todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos
como un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen
cada vez mas gloriosos: así es como actúa el Señor, que es Espíritu” (2 Cor 3, 18).
Es necesario que todos nos unamos y frecuentemos mas nuestra
Iglesia que le pidamos a Jesús que cada día nos proteja y que terminen la
persecución, las redadas y las deportaciones. Pero es necesario que cambiemos
esa actitud de pesimismo, de negativismo y nos dejemos transformar por la
fuerza del Espíritu Santo. Es necesario que todos nos esforcemos por generar un
ambiente propicio para el cambio y la transformación de las personas. Nadie
tiene que estar condenado por su situación migratoria, ni debemos acomplejarnos
por ser pobres o hispanos, todo lo contrario orgullos de ser hijos e hijas de
Dios.
Dios actúa y puede transformarnos a todos: si estamos dispuestos
El hace maravillas en nosotros. Tiene poder para hacernos nuevos y nosotros
debemos creerle.
Tenemos que aprender a creer en el otro y a no estar recordando
su pasado, su equivocación; es necesario que esta sociedad nos de una nueva
oportunidad. No rotulemos a la gente, eso es lo peor que podemos hacer si
queremos que alguien sea mejor.
Cuando etiquetamos a las personas no solo les estamos haciendo
daño a ellas, sino que también estamos dudando del poder de Dios, que siempre
es renovador.
Tenemos que reconocer: ¿Quiénes somos? ¿De donde venimos? Y ¿Cuál
es nuestra historia?
La familia de Jesús también fue inmigrante y les toco luchar muy
duro y pasar por muchas penas y obstáculos.
“El ángel del Señor se apareció en sueños de José y le dijo:
“Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; allí estarás
hasta que te avise” (Mt 2, 13).
Desde que Jesús nace es identificado con la historia del Israel
peregrino, emigrante y refugiado. Como cualquier persona, Jesús fue madurando
poco a poco el sentido y el alcance de su misión en contacto con la gente y con
la realidad: “Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en el favor de
Dios y de lo hombres” (Lc 2, 52).
Igual que los demás humanos, paso por un proceso de aprendizaje,
por fases de crecimiento y de sentido y supo captar la voz de Dios en los
acontecimientos que vivía. Su estilo de vida es una invitación para que
adoptemos un talante similar al suyo, aunque teniendo en cuenta, claro esta las
circunstancias actuales, pues Jesús lo Transforma todo.
Padre
Hoyos es el director diocesano del Apostolado Hispano.