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Reto Familiar: Cuaresma en Familia

Carmen Briceño

¡Parece que se ha ido demasiado rápido el tiempo porque nuevamente nos encontramos en Cuaresma! Entiendo que muchos ven este tiempo litúrgico como unas semanas de negación, dolor, sacrificio y hasta algo poco agradable. Pero en la realidad es un tiempo precioso de purificación, limpieza, orden y alegría. ¿Alegría? Si, alegría porque sabemos que ¡el que muere con Cristo resucita con Él! Les propongo un plan de Cuaresma que pueden vivir en familia. Es un plan que va más allá de simplemente dejar de comer dulces y se atreve a entrar al propio corazón de Dios. Es un plan de Cuaresma que busca la contradicción de negarse para darse, morir para vivir. Ustedes saben que la Iglesia desde tiempos antiguos nos propone tres pilares para la Cuaresma: Oración, Ayuno y Limosna. La idea es que por medio de estas tres prácticas podamos vivir plenamente la alegría de vivir para Dios y los demás. Tan importante son estos pilares que Jesús mismo nos recuerda cómo debemos vivirlos (Mateo 6:1-18). ¿Qué tal si vivimos estos pilares en familia según el corazón de Dios?

Empecemos con la Oración. Les pregunto, ¿hacen oración en familia? ¿Qué tal si se proponen rezar un rosario o una década del rosario todas las noches a una hora fija? Le asignan a cada miembro de la familia un día donde le toque dirigirlo. La idea es que durante el día cada uno puede pensar por quien quiere ofrecer esa década o ese rosario y en la noche se reúnen todas las oraciones e intenciones de la familia. O quizás pueden leer un capítulo de un Evangelio cada noche y verán que en menos de tres semanas ya habrás leído un Evangelio! (El Evangelio de Marcos tiene 16 capítulos, el de Juan 21, el de Lucas 24 y el de Mateo 28). Eso sí, que participen los hijos! La idea no es leer por leer, sino que cada uno tenga su Biblia y después del Capítulo que corresponda hablen sobre lo que les llamó la atención, qué entendieron, que les quiere decir Jesús a su familia. Así, juntos, crecen en conocimiento de la Palabra de Dios.

Ahora sobre el Ayuno. Nunca es muy temprano para practicar la virtud de negarse a uno mismo. Es verdad que ya tenemos la práctica de no comer carne los viernes (¡OJO: carnes rojas incluye carne de pollo y de cerdo también!) pero creo que como familia, pueden elegir algo más en lo que puedan ayunar para poder crecer . Conozco a una familia que ayunan de la televisión y uso de los electrónicos en casa, para así poder pasar más tiempos juntos. ¿O qué tal si cada quien dice que va a ayunar y el dinero que hubiesen gastado en lo que necesiten comprar en productos o alimentos lo donan a los pobres?

Finalmente hablemos sobre la Limosna. No debemos dar de lo que nos sobra. Debemos dar de lo que nos cuesta. Dar hasta que duela como decía la Madre Teresa. Qué tal si dejamos el cable por un mes, o el Internet, o algo que nos cueste y usamos ese dinero para ayudar a los pobres. La idea no es que escribas un cheque o lo des en una cesta de donaciones, sino que tengas un encuentro con el pobre. Nos recuerda el Papa Francisco: “Cuando doy limosna, ¿dejo caer la moneda sin tocar la mano? Y si por casualidad la toco, ¿la retiro de inmediato?” ¿Qué tal si la limosna que se dé no se limite a comprar latas y donarlas, sino en comprar comida, cocinarla y servírsela a los pobres? Los jóvenes también pueden ser heroicos con la limosna. Recuerdo un año cuando era maestra de 8vo grado y animaba a mis alumnos a atreverse a tener una Cuaresma heroica. Al final de la Cuaresma se me acerco una joven de 13 años y me dio un sobre lleno de dinero. Ella había ahorrado más de $200 cuidando niños durante la Cuaresma y quería donarlo todo para los pobres. ¡No se quedó con nada! Eso sí es un ejemplo de amor heroico.

La Cuaresma solo ha comenzado. No es muy tarde para empezar con tu familia un camino de amor hacia Dios. Que esta Cuaresma no nos encuentre tibios y distraídos, sino que llegue la Pascua y tengamos un corazón encendido de amor, alimentado por auténticas prácticas de Oración, Ayuno y Limosna.

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