¿Se han fijado como todo el mundo anda por las calles
con aparatos electrónicos? Es impresionante. No
importa donde estés, la gente está pegada a los
aparatos. En el banco, en las escuelas, en los restaurantes,
y si, hasta en la santa Misa he visto tantos jóvenes
como papás sacando su teléfono y mandando
textos o revisando el Facebook. Muchos dicen que los medios
de comunicación nos acercan más a los
demás, pero en mi experiencia como ministro de
pastoral juvenil y de consagrada que trabaja con familias, la
verdad es que no estoy convencida.
Hace unos días fui a desayunar y vi a un papá
con su hijo de 5 años. Mientras el niño
comía, el papá pasó todo el rato
revisando su teléfono. También hace poco fui a
un encuentro juvenil donde había una variedad de
actividades divertidísimas para los jóvenes.
Muchísimos de ellos estaban sentados sin participar,
pegados a sus teléfonos. Lo peor es que en el
concierto final, mientras los jóvenes saltaban y
cantaban, podías ver a los chaperones adultos alejados
con teléfonos en mano.
Hubo un estudio que encontró que el 73 por ciento de
personas sienten gran ansiedad si no tienen su
teléfono; 68 por ciento no pueden pasar más de
una hora sin revisarlo; 44 por ciento dicen que revisar su
teléfono es lo primero que hacen al despertarse por la
mañana. Ya se habla de adicciones electrónicas.
De hecho tiene un nombre, se llama "nomofobia" (no
móvil fobia), es decir, miedo a no tener
teléfono en la mano. Esto está causando
problemas grandes en las familias.
Los papás les dan los teléfonos últimos
modelos a sus hijos sin pensar que les están
entregando acceso completo a pornografía y muchas
otras cosas. Los esposos están reconectandos por
Facebook con relaciones del pasado y pasan a tener relaciones
emocionales y físicas. He visto muchísimas
esposas que ponen fotos provocativas en su Facebook para que
la gente les diga que bellas son. También conozco
muchos casos de jovencitas que mandan a sus "amigos" y
"novios" imágenes inapropiadas de su cuerpo que luego
no pueden retirar de las redes sociales.
Pero no solo es en problemas grandes como estos, sino en la
vida diaria. No me deja de impresionar la mala
educación de tantos jóvenes y adultos que sacan
el teléfono en medio de una conversación o de
una cena. ¿Qué nos está pasando?
¿No sabemos vivir el momento presente? La razón
por la cual me preocupa es porque mientras más aumenta
el uso electrónico, más disminuye el tiempo en
silencio frente a Dios. ¿Cómo podemos estar
quietos y tranquilos en oración cuando estamos
acostumbrados a revisar el teléfono cada minuto?
¿Cómo podemos discernir la voluntad de Dios
cuando estamos acostumbrados a recibir respuestas inmediatas
y a nuestro gusto? ¿Cómo vamos a ser personas
de sacrificio y entrega a los demás, si no podemos
despegarnos por un momento de los aparatos
electrónicos?
Quizás estás leyendo esto y piensas que no
tiene que ver contigo. Hagamos una prueba. Cuenta
cuántas veces al día vez o usas el
teléfono. Cuenta cuántas fotos revisas o
colocas en Facebook, cuenta los mensajes de texto o emails
que envías al día. Compara el resultado con el
tiempo que pasas en oración. Nuestro tiempo es muy
valioso y al revisar como lo utilizamos podemos ver a que le
estamos dando más valor en nuestras vidas. Apaga el
teléfono, habla con Dios, habla con tu familia.
Disfruta una cena sin revisar los aparatos, duerme tranquilo
sin el teléfono a tu lado, mira los rostros de las
personas en vez de las pantallas.
Encuentra tu valor en Dios y no en cuántos "likes"
tienes en Facebook.
Briceño, quien es una Virgen Consagrada, es la
asistente directora de Pastoral Juvenil en la Iglesia de
Todos los Santos en Manassas.