El doctor de la ley, queriendo justificarse, le
preguntó a Jesús: "¿Y quién es mi
prójimo?".
La semana de derrame de sangre de blancos y negros en Estados
Unidos -- desde Baton Rouge, Louisiana, hasta St. Paul,
Minnesota, hasta Dallas -- lleva directamente a
Jerusalén y Jericó.
Durante cientos de años familias y mercaderes de
Jerusalén, ciudad posada a 2,500 pies sobre el nivel
del mar, recorrieron el camino de 18 millas "bajando" a
Jericó, puesto remoto de oasis en el desierto que yace
a 825 pies bajo el nivel del mar.
Debido a la presencia de tantos viajeros, que llevaban dinero
y bienes, y al terreno desértico cercano a
Jericó, el camino Jerusalén-Jericó le
proveía a los ladrones una oportunidad dorada para
emboscar y retirarse de manera segura.
Todos sabemos la historia que Jesús le contó al
erudito, que nos habla tan directamente hoy día en
nuestra inescrutable búsqueda de una humanidad
común: ¿Es nuestro prójimo la medio
muerta víctima de robo al lado de la carretera?
El sacerdote y el levita cruzaron al otro lado
(¿cuántas veces hemos hecho eso diciendo que es
problema de otro?). El samaritano, el supremo
antijudío, no solamente vendó las heridas de la
víctima, sino que también la subió a su
animal, lo llevó a una posada y pagó por su
atención.
Así como Jesús aniquiló los estereotipos
raciales y étnicos con la verdad sobre nuestra
humanidad común -- historias que hacían
remilgar a sus compatriotas judíos destrozando su
sentido de privilegio y superioridad -- él nos habla a
los que estamos hoy día en Estados Unidos de camino a
Jericó cegados por la raza.
Jesús le preguntó al ciego: "¿Qué
quieres que yo haga por ti?" y el ciego respondió:
"Maestro, quiero ver otra vez".
Todos queremos ver otra vez.
El ultrasonido tridimensional y cuatridimensional (el tiempo
es la cuarta dimensión) muestran con claridad y gracia
cinemática la gloria dada por Dios del bebé que
está por nacer.
Una huella dactilar tocada suavemente sobre un pedazo de
cristal puede transportarnos a otras tierras y culturas.
Podemos tragarnos una cámara y mostrarle al doctor
dónde duele.
Nuestra humanidad colectiva es tensada, sin embargo, cuando
nuestros teléfonos móviles y cámaras de
vigilancia graban los momentos de nuestras vidas, seguido por
la muerte.
Así como el ultrasonido cambió para siempre el
debate del aborto -- ya nadie que tenga la capacidad de
empañar un espejo puede negar la humanidad
única del bebé que está por nacer -- el
vídeo de los teléfonos móviles ha
transformado cómo vemos la vida, especialmente cuando
el cuadro final del vídeo termina en la muerte.
En casos de asesinatos por policías capturados en
vídeo, las imágenes frecuentemente son las
piezas de evidencia más convincentes. ¿Mienten
las imágenes? En algunos casos estas no pueden mostrar
lo que llevó al asesinato o lo que no se puede ver si
las imágenes hubiesen sido tomadas desde otro
ángulo. En otros casos las imágenes son
borrosas e inconclusas.
Pero otras veces el vídeo y el audio son tan claros
que la única defensa, la defensa de último
recurso, es: "¿A quién le creerás, a
mí o a tus ojos mentirosos?".
La tecnología de vídeo más
pequeña y más barata promueve la vida. Hay una
razón por la que todo departamento de policía
en Estados Unidos se está moviendo en dirección
de equipar a sus oficiales con cámaras corporales. Las
cámaras no recuerdan mal. No parpadean. La luz roja
siempre está encendida.
La vida -- la vida que no ha nacido y la vida después
de nacer -- es así de importante como para que
logremos hacer las cosas correctamente.
En casos de vida o muerte las cámaras frecuentemente
proveen evidencia irrefutable de que la policía
siguió, o no siguió, el protocolo apropiado.
Como sociedad necesitamos esa protección y
reconfirmación pro vida.
Tras el reciente asesinato de Alton Sterling frente a una
tienda vecinal en Baton Rouge por dos diputados del alguacil,
el gobernador John Bel Edwards hizo lo correcto al solicitar
una investigación independiente por el Departamento de
Justicia y el FBI. La justicia exige una investigación
rigurosa, honesta y libre que incluya la recolección
de evidencia en vídeo y los relatos de testigos que
vieron de lo que sucedió.
Aunque debemos suspender dictámenes determinando
culpabilidad en las muertes a tiros de Sterling en Baton
Rouge y Philando Castile en St. Paul hasta que todos los
datos sean reunidos y analizados, múltiples
vídeos que capturaron las confrontaciones
tendrán sin duda un rol importante al evaluar la
responsabilidad.
Los asesinatos "vengativos" de cinco policías blancos
en Dallas por un francotirador, cegado por el odio, fue un
crimen contra nuestra humanidad común. Los oficiales
Brent Thompson, Patrick Zamarripa, Michael Krol, Michael
Smith y Lorne Ahrens dieron sus vidas protegiendo las
nuestras, blancas, negras y todo color entremedio.
La única pequeña bendición en tales
tragedias es que estas nos obligan a ver.
Estas tienen que obligarnos a ver.
No podemos cruzar el camino. Los vídeos no nos lo
permitirán. Estos nos obligan a confrontar la
evidencia. Hace 25 años, o ni siquiera 10, no
hubiésemos tenido el mismo nivel de evidencia que
tenemos ahora para llegar a una decisión informada. En
aquel entonces los casos de comportamiento policiaco canalla
o desenfrenado podían ser barridos fácilmente
debajo de la alfombra.
Esos días terminaron. En caso de vida o muerte la
evidencia tipo "él dijo, ella dijo" palidece en
comparación con la evidencia "nosotros vimos". La
tecnología que produce tal evidencia es una
herramienta pro vida y promueve una sociedad justa.
La vida importa y tenemos que agradecer que tenemos
más herramientas para protegerla y nutrirla. Ahora
todo lo que necesitamos es la voluntad para hacer exactamente
eso.
Nuestro camino a Jericó lo exige. Es un camino largo y
agotador.