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El papa escuchará indígenas sobre ministerio, derechos en Chile, Perú

Barbara J. Fraser | Catholic News Service

El líder mapuche Sergio Catrilaf cosecha lechuga en su casa el 12 de diciembre en la región de Araucanía en Chile, donde las comunidades indígenas luchan por el derecho a su territorio ancestral. CNS

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TEMUCO, Chile — El hijo de Sergio Catrilaf tenía tres dias cuando la policía arrestó al líder indio mapuche acusándolo de terrorismo. Él y otros 10 líderes mapuches pasaron 14 meses detenidos hasta que en octubre fueron exculpados de haberle dado fuego una casa de hacienda donde una pareja de ancianos murió.

Sentado en su casa sencilla, llevando un bebé en sus brazos mientras llovía afuera, Catrilaf dijo que él y otros han sido señalados injustamente porque defienden el derecho de su pueblo a su territorio ancestral.

Él quisiera que el papa Francisco hablara abiertamente sobre eso durante su visita a Temuco el 17 de enero.

El viaje de una semana del papa Francisco a Chile y Perú en enero lo llevará a dos regiones que están entre las más pobres de esos países, donde problemas ambientales y reclamos de derechos a la tierra han llevado conflictos que a veces han sido violentos.

En la región araucana del sur de Chile las comunidades mapuches han sido despojadas de sus tierras repetidamente, primero por los colonizadores españoles, luego por colonos que vinieron a la región a sembrar y más recientemente por compañías madereras.

El papa celebrará Misa aquí y almorzará con un pequeño grupo de “gente sencilla, ordinaria de la región”, dijo el obispo Héctor Vargas Bastidas de Temuco.

El obispo Vargas dijo que espera que el papa traiga un mensaje “de esperanza, que abra corazones a la paz, la justicia y el diálogo”.

El papa Francisco está programado para visitar indígenas de la región amazónica Madre de Dios, en el sureste de Perú, el 19 de enero. Su visita coincide con momentos en los cuales los pueblos indígenas wampi y achuar en la región amazónica norteña de Perú, así como grupos en otras partes del país, buscan mayor autonomía y derechos territoriales.

Esos derechos son el núcleo de los conflictos en el sur de Chile, donde violencia tras protestas ha estallado en años recientes. Además del incendio de la casa en el caso en que Catrilaf fue exonerado, manifestantes han quemado iglesias evangélicas y católicas, aunque líderes indígenas han recibido el apoyo de la iglesia.

La construcción de represas hidroeléctricas en el río Bio Bío desplazó comunidades indígenas y eso se mantiene contencioso. En décadas recientes ha habido una expansión de plantaciones de pino y eucalipto en áreas enormes del sur de Chile.

Las plantaciones han agotado los abastos locales de agua y han ocupado zonas reclamadas por comunidades mapuche. Aunque estas proveen algunos empleos locales, un estudio del 2016 reveló que las plantaciones han hecho poco para reducir la pobreza de la región araucana, una de las más pobres de Chile.

Las plantaciones han desplazado a personas indígenas, que tradicionalmente sembraban, pescaban o criaban ganado. También han dejado poco del bosque nativo que es el centro de la espiritualidad mapuche, dijo Isolde Reuque Paillalef, mujer mapuche y coordinadora de la pastoral indígena de la Diócesis de Temuco.

El gobierno chileno ha estado comprando o asignando tierras estatales que serán entregadas a comunidades mapuche que tengan documentos comprobando derechos que preceden la llegada de los colonos. Pero algunas comunidades han recibido tierras que están tan lejos de sus comunidades que no tienen uso práctico o que no tienen agua ni electricidad, ella dijo. En otros casos el costo de mudarse a las tierras nuevas y construir casas es demasiado caro.

No obstante, las comunidades mapuches mantienen su identidad y su religión tradicional, particularmente el “guillatún,” ritual comunal que fortalece y renueva los lazos entre los miembros de la comunidad, dijo Reuque.

“Este es un pueblo de fe que a pesar de todo no ha perdido sus valores, su amor por la tierra ni su propia identidad”, ella dijo.

Algunos obispos y sacerdotes no se han animado a apoyar el movimiento para fortalecer la identidad y los rituales tradicionales indígenas, dijo Reuque, pero otros lo han aceptado.

Padre Juan Antonio González vive en una casa sencilla de madera en las afueras de la ciudad de Temuco, en una zona que la diócesis ha designado como parroquia mapuche. Como sus vecinos, él atiende un gallinero al lado de su casa.

Él no tiene planes de construir una iglesia física para gente cuyo lugar tradicional para reunirse y rendir culto ha sido el bosque. En vez, él visita las comunidades regadas por toda su parroquia, incluyendo más de una docena que tienen comunidades cristianas fundadas hace más de cuatro décadas, cuando los misioneros de Maryknoll de Estados Unidos trabajaban en la zona.

“Esa red de comunidades cristianas es lo que más fortalece la cultura mapuche”, dijo padre González. “Nuestra labor es acompañar al pueblo mapuche, apoyando las buenas iniciativas que brotan de ellos” y fortaleciendo su identidad cultural.

“Las demandas del pueblo mapuche son justas”, él dijo, añadiendo que aunque el gobierno chileno y el pueblo mapuche tienen que resolverlas, la Iglesia Católica puede ayudar fomentando el diálogo.

El papa Francisco escuchará preocupaciones similares sobre los derechos territoriales, los daños ambientales y la necesidad de una pastoral indígena el 19 de enero, durante su visita a Puerto Maldonado, en el Amazonas del sur de Perú.

Siendo el hogar de algunos de los parques de mayor biodiversidad en el mundo, la zona ha sido devastada por una fiebre de oro que ha dejado grandes expansiones de tierra estéril marcada con minas de fosa abierta. La minería salvaje ha llevado a trabajo forzoso, contrabando de mujeres y niñas para la prostitución y uno de los índices de asesinato más altos del país.

Indígenas de los vicariatos de todo el Amazonas viajarán hasta Puerto Maldonado para una reunión con el papa. La mayoría será líderes de comunidades cristianas en sus parroquias o aldeas. Algunos vendrán de zonas donde las comunidades han sufrido derrames de petróleo o invasión de mineros agresivos buscando oro, mientras que otros han visto sus bosques arrasados y reemplazados por plantaciones de palmas de aceite.

Las comunidades indígenas amazónicas están entre las más pobres del país y en muchos casos carecen de los servicios básicos como agua potable, alcantarillado y electricidad.

La falta de servicios básicos, junto con las escuelas pobres y las escasas oportunidades de trabajo, lleva a muchos indígenas a las ciudades. Muchas veces viven en los barrios urbanos más pobres.

Muchos ocultan sus raíces indígenas para evitar la discriminación, dijo Rosa Pacaya, quien dirige una comunidad cristiana en la parroquia La Inmaculada en la ciudad al nororiente de Iquitos.

Pacaya vive en Masusa, un barrio de casas construidas sobre pilares, que se inunda cada año durante la temporada de lluvia. Las casas no tienen agua corriente, sistemas de alcantarillado, y la basura se acumula en las calles y debajo de los edificios cuando el agua retrocede.

La mayoría de los hombres en Masusa trabajan cargando y descargando embarcaciones fluviales en el puerto cercano, mientras que las mujeres cuidan a sus hijos y trabajan de vez and cuando. Pacaya cocina y limpia en las casas de otras personas o recoge pedazos de madera para venderlos a cambio de leña.

El estrés de la vida cotidiana afecta a las familias y deja a las personas con poca energía para movilizarse y exigir mejores condiciones de vida, dijo.

Un sacerdote visita la capilla de su vecindario una vez al mes para celebrar la Misa. Los otros domingos, Pacaya dirige las clases de Liturgia de la Palabra y catecismo. Al trabajar con sus hijos, Pacaya espera atraer al resto de la familia a la comunidad católica.

La pastoral en los pueblos indígenas o en áreas rurales y urbanas requiere una iglesia con un rostro indígena, dijo el padre Fernando Díaz Fernández, quien trabaja en la parroquia de Quepe, un pueblo a unas ocho millas de Temuco.

Una iglesia para un pueblo indígena debería ser “tribal, en lugar de monárquica”, dijo, “una iglesia de familia que no es patriarcal … una iglesia que aprenda a leer la palabra de Dios en la creación,” enfocada en cuidar a la creación) y respetarla. “Una iglesia que sea testigo de la verdad, que busque a nuestros vecinos y a quienes sufrir y servirlos “, dijo el padre Díaz.

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