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La sociedad necesita un sistema de salud social , dice el papa a prisioneros mexicanos

Por DAVID AGREN | Catholic News Service

El papa Francisco abraza a una reclusa en su visita al penal del Cerezo, en Ciudad Juárez, México, el 17 de febrero.

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El papa Francisco acepta un crucifijo que le da un recluso, en su visita al penal del Cerezo, en Ciudad Juárez, México, el 17 de febrero.

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CIUDAD JUAREZ, México – El papa Francisco instó a la sociedad a replantear sus ideas de encerrar a los presos y tirar la llave, calificando dicho enfoque como otro síntoma de la “cultura de usar y tirar”, que a menudo condena, y “un síntoma de una cultura que ha dejado de apoyar la vida, una sociedad que ha abandonado sus hijos”.

Hablando en una prisión previamente plagada de disturbios y controlada por carteles de la droga, en una ciudad considerada una vez como la “capital mundial del asesinato”, el papa propuso centrarse en la prevención, la reinserción y en un sistema de “salud social”, en vez de sólo el encarcelamiento y la insistencia en que los presos paguen por sus crímenes.

“Celebrar con ustedes el Jubileo de la Misericordia es recordar el camino urgente que debemos recorrer a fin de romper el ciclo de la violencia y el crimen”, dijo el papa Francisco el 17 de febrero en la cárcel El Cereso, donde viven unos 3.000 reclusos.

“Ya hemos perdido muchas décadas en pensar y creer que todo se resolverá aislando, separando, encarcelando, y librándonos nosotros mismos de problemas, en la creencia de que estas políticas realmente resuelven los problemas”, continuó el papa. “Nos hemos olvidado de centrarnos en lo que realmente debe ser nuestra preocupación: la vida de las personas; sus vidas, las de sus familias, y los que han sufrido a causa de este ciclo de violencia”.

El papa Francisco a menudo incluye visitas a las prisiones en sus giras papales, llamando la atención a una población en la periferia de la iglesia que él está tratando de construir. Los funcionarios de la prisión en Ciudad Juárez dicen que su instalación – considerada una vez la más violenta de América Latina – ha mejorado enormemente desde el horror de su peor año, el 2010, cuando se cometieron 216 asesinatos allí, y bandas rivales que luchan por el control de las drogas que pasan a través de Ciudad Juárez, llevaron a cabo crímenes desde la cárcel.

Su viaje llamó la atención sobre los horrores del sistema carcelario tantas veces vilipendiado de México, marcado por el hacinamiento, la corrupción y prisioneros que pagan por privilegios, protección y artículos básicos – todo, desde papel higiénico hasta una alimentación adecuada. El control de los reclusos dentro de los establecimientos penitenciarios es común.

Su viaje sigue a una pelea – atribuida a miembros encarcelados de carteles rivales que chocan – en una prisión de Monterrey, una semana antes. Cuarenta y nueve internos murieron. El papa Francisco envió sus condolencias por la tragedia en la prisión de Topo Chico, donde las autoridades estatales encontraron posteriormente celdas de lujo con camas extra grandes, bares e incluso un sauna.

En Ciudad Juárez, el papa propuso la prevención, junto con la reinserción y la rehabilitación, la cual, dijo, “comienza afuera, en las calles de la ciudad”.

También “se inicia mediante la creación de un sistema que podríamos llamar de salud social, esto es, una sociedad que busca no causar enfermedad, contaminando las relaciones en los barrios, escuelas, plazas, calles, casas y la totalidad del espectro social. .. un sistema de salud social que procure promover una cultura que actúe y busque prevenir esas situaciones y caminos que terminen perjudicando y menoscabando el tejido social”.

En su discurso a los internos el papa Francisco mencionó muchas veces el Año de la Misericordia, diciendo: “Jesús nos insta a tener misericordia, que abarca a todos y se encuentra en todos los rincones del mundo. No hay lugar más allá del alcance de su misericordia, no hay espacio o persona a la que no pueda tocar”.

Él llamó a la preocupación por los presos “un imperativo moral para toda la sociedad”, en el trabajo hacia una “vida en común” mejorada.

“Está dentro de la capacidad de una sociedad el incluir a los pobres, enfermos y encarcelados, que veamos su capacidad para curar sus heridas y convertirlos en los constructores de una coexistencia pacífica”, dijo el papa Francisco. “La reintegración social comienza por asegurarse de que todos nuestros niños van a la escuela y que sus familias obtienen un trabajo digno mediante la creación de espacios públicos para el ocio y la recreación, y el fomento de la participación ciudadana, los servicios de salud y el acceso a los servicios básicos, por citar sólo algunas posibles medidas”.

“La reintegración social comienza por asegurarse de que todos nuestros niños van a la escuela y que sus familias obtienen un trabajo digno mediante la creación de espacios públicos para el ocio y recreación, y el fomento de la participación ciudadana, los servicios de salud y el acceso a los servicios básicos, por citar sólo algunas posibles medidas”.

Hacia el final de la breve reunión, el papa Francisco se unió a los internos para un momento de oración en silencio, diciéndoles que sólo ellos sabían por lo que iban a pedir perdón. Varios internos fueron vistos llorando mientras oraban.

“Se los digo desde mis propias heridas, errores y pecados, que el Señor quiere perdonar”.

Terminó su intervención con los internos reunidos, sentados bajo un cielo soleado fuera de una recién reformada capilla de la prisión, instándoles a no ser más “prisioneros del pasado”, aprender a “abrir la puerta al futuro”, y hablar con sus seres queridos para ponerle fin a “este ciclo de violencia y exclusión.”

“El que ha sufrido el mayor dolor, y del que podríamos decir que ‘ha experimentado el infierno,” puede llegar a ser un profeta en la sociedad”, dijo. “Trabajen de tal manera que esta sociedad, que utiliza y luego descarta a la gente, no seguirá reclamando víctimas”.

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