"Al comienzo, yo era joven
él era guapo. Me
dijo que yo era bella, inteligente, merecedora del amor
y me hizo sentir así. Entonces nos casamos,
caminando con alegría por el pasillo de la iglesia,
nuestra unión bendecida por Dios.
Luego vinieron las palabras enojadas
el abuso verbal
Ahora me hacía sentir fea, boba, no
merecedora de ningún amor, de Dios o de hombre.
Luego vinieron las palizas
la violencia constante
el dolor implacable. No debo quedarme, pero este es
mi esposo
prometido para siempre. Me dice que lo
merezco
quizás es la verdad
sí solo pudiera portarme bien. Me siento tan sola
¿No me escucha Dios cuando lloro
silenciosamente en mi cama cada noche?"
Estas palabras de una víctima de la violencia
doméstica son la introducción de "Cuando Llamo
por Ayuda", una respuesta pastoral a la violencia
doméstica contra las mujeres de la Conferencia
Episcopal de los Estados Unidos (o el USCCB por sus siglas en
inglés).
"Cada grupo en la humanidad tiene experiencia con la
violencia doméstica", dijo Cathy Hassinger, la
directora ejecutiva de los servicios comunitarios de la
oficina diocesana de Caridades Católicas.
Mientras que no hay ningún estudio conclusivo que
muestre que la violencia doméstica ocurre más
regularmente en poblaciones raciales, étnicas o
religiosas particulares, los que trabajan con las victimas
(el 85 por ciento que son mujeres, según el
Departamento de Justicia de los Estados Unidos) enfrentan
retos únicos en asistir a algunos grupos culturales.
Hassinger dijo que este reto incluye a los latinos.
Uno de los retos es cultural, dijo ella. En algunas culturas,
se considera que el acto de buscar ayuda fuera de la familia
o del grupo cultural es algo vergonzoso.
"(La víctima) quisiera mostrar una buena cara a la
comunidad y no atraer atención al comportamiento
negativo", dijo Hassinger. Las comunidades de inmigrantes
sentirían presión social para mostrar una buena
cara para evitar a los estereotipos y las actitudes contra
los inmigrantes.
Otro reto es sobrepasar las percepciones culturales
diferentes del abuso. La violencia doméstica, por lo
menos algunos tipos, serían aceptables en el
país del perpetrador. Aun la victima pensaría
que el abuso es aceptable. En los Estados Unidos, la
definición de la violencia doméstica incluye el
abuso físico, sexual, emocional, económico y
psicológico.
Según el USCCB, algunos ejemplos de la violencia
doméstica, o el abuso intrafamiliar, son "las palizas,
insultos, amenazas de matar o hacer daño a la pareja o
a los hijos, destrucción de propiedad,
violacción marital y esterilización o aborto
forzado".
"Las Mujeres Curan las Heridas", la nueva guía de
recurso sobre el tema de la violencia doméstica por el
Consejo Nacional de Mujeres Católicas, incluye
más de 50 páginas con detalles sobre lo que
constituye el abuso y cómo se puede buscar ayuda o
proveer apoyo a las víctimas en los Estados Unidos.
Aunque 160 países tienen leyes contra la violencia
doméstica, según la ONU Mujeres, una
organización de las Naciones Unidas que trata de
luchar contra la iniquidad entre los géneros en todo
el mundo, la ejecución de estas leyes es otra
cuestión.
Mientras que El Salvador tiene leyes contra la violencia
contra las mujeres, un estudio hecho en el 2011 por la
Declaración de Geneva sobre la Violencia Armada y el
Desarrollo citó a El Salvador como el país con
la tasa de femicidio más alta del mundo (Honduras y
Guatemala también tienen tasas de femicidio muy
altas). El área de Washington, incluyendo la
Diocésis de Arlington, tiene una de las poblaciones
salvadoreñas más grande de los Estados Unidos,
con una tercera parte de la población regional latina
con herencia salvadoreña.
Hassinger dijo que algunos expertos indican que el concepto y
práctica del machismo es el ímpetus al abuso de
las mujeres, incluyendo matando a las esposas y novias.
Las barreras del idioma presentan otro reto al asistir a las
víctimas. Una víctima que habla español
exclusivamente quizás no sabe sus opciones porque los
carteles y folletos de los hogares no siempre están
traducidos. Además, quizás se siente
incómoda de acercarse a una oficina que supone que
solo ofrece los servicios en inglés. Pero Hassinger
aseguró que en las áreas urbanas y suburbanas
que son prevalentes en la Diócesis de Arlington,
muchos hogares ofrecen sus servicios en español.
Cuando los servicios no están disponibles, los hogares
usan los servicios de los intérpretes por
teléfono, para que el cliente y el obrador social
puedan comunicarse. Para los idiomas indígenas, como
mixteco o quiché, se usan los interpretes
comunitarios.
El miedo de la deportación de la víctima o del
perpetrador es otro reto. Si la víctima no tiene sus
papeles, el perpetrador la intimidaría para guardar el
abuso como un secreto en decir que irá a los Servicios
de Inmigración de los Estados Unidos si ella trata de
llamar a la policía. Si el perpetrador no tiene sus
papeles, la víctima quizás no lo denuncie
porque lo ama o lo necesita para su apoyo económico.
Hassinger cree que el miedo de la deportación explica
la disminución de las clientes latinas en Bethany
House, un hogar para las mujeres en Fairfax, durante su
tiempo como directora.
Antes de que el Condado de Prince William reforzara sus leyes
de inmigración en el 2007, el 30 por ciento de las
clientes de Bethany House era latinas. Los cambios
permitieron a la policía a parar gente al azar en la
calle y demandar ver sus papeles. La policía
podía denunciar a los inmigrantes sin documentos a los
oficiales federales.
Después de la reforma, Hassinger dijo que el
número de clientes latinas de Bethany House
bajó al 12 por ciento.
"Sería una locura decir que esto pasó porque la
cultura cambió de una manera extrema", dijo Hassinger.
Hassinger dijo que la Ley Contra la Violencia Hacia las
Mujeres (o Violence Against Women Act, VAWA, en
inglés), protege a las victimas contra la
deportación. Bajo VAWA, una víctima casada
podría tomar otro camino en asegurar su estatus de
inmigración legal. En llenar la petición de
VAWA, que se llama la Solicitud I-360 de
Auto-Petición, la victima podría dirigirse por
el estatus legal para sí misma y sus niños sin
informar a su esposo.
Para cualificar, la victima necesita haber sufrido el abuso
durante su casamiento y cuando estaba viviendo en los Estados
Unidos con el perpetrador. El proceso requiere entregar
pruebas del abuso y muchas veces requiere un repaso de sus
antecedentes penales. En la Diócesis de Arlington, las
victimas puedan buscar asistencia con la petición de
VAWA de la oficina legal de los Servicios para los
Inmigrantes del Hogar de la oficina diocesana de las
Caridades Católicas.
En cualquier caso, no importa el origen racial, étnico
o cultural de la víctima. En todos los casos, puede
ser difícil huir de su abusador, dijo Hassinger.
"Quizás ella todavía tiene cariño y amor
por su abusador y solo quiere que el abuso pare", dijo ella.
Separarse del perpetrador muchas veces requiere algunos
sacrificios financieros drásticos, especialmente si
él es el ganador principal de la familia. Dejarlo a
él podría significar seleccionar el estar sin
hogar, la incerteza de donde viene el próximo repaso y
posiblemente la muerte. Hassinger dijo que entre el 50 y 70
por ciento de los homicidios conectados a la violencia
domestica ocurren después de que la víctima ha
dejado su casa.
"En mi experiencia trabajando con estas mujeres, ellas son
muy fuertes", dijo ella. "Es difícil reconstruir
después del abuso. Necesitamos reconocer su
resiliencia".
Se puede enviar un correo electrónico a Stoddard:
cstoddard@catholicherald.com.