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Nueva Hermana Josefina confiaba en los tiempos del Señor

Maria-pia Negro | Catholic Herald

Esta es el segundo artículo de una serie sobre personas consagradas a Dios que el Catholic Herald estará presentando con motivo del anuncio del Vaticano de que el 2015 será el Año de la Vida Consagrada.

Sin poder contener la sonrisa, la Hermana Cecilia Lizama, 28, recordó cómo hace solo unos días profesó sus primeros votos y pasó a ser una de las Hermanas Pobres Bonaerenses de San José.

“Fue algo muy especial”, dijo. “Es como sentir que Jesús estaba allí conmigo para tomar una vida juntos”.

La alegría fue compartida por las Hermanas Josefinas del Convento de San Gabriel en Alexandria, quienes la acogieron durante su proceso de discernimiento y formación, y el resto de la comunidad de la Iglesia Reina de los Apóstoles en Alexandria, donde la hermana se consagró a Dios en una ceremonia el 19 de marzo.

La Hermana Cecilia nació en Usulután, El Salvador, el 14 de agosto de 1985. Ella era la séptima de ocho hermanos. Después de una linda niñez en el campo, ella emigró a los Estados Unidos a los 14 años, junto con su madre y tres de sus hermanos. Ellos tenían abuelos aquí, quienes hicieron los trámites para traer al resto de la familia.

A los 16 años, la Hermana Cecilia fue con su hermano a las reuniones de la Escuela Juvenil de Liderazgo en Virginia. Por ese entonces ella conoció a jóvenes a punto de consagrarse como Cruzadas de Santa María, parte de un instituto secular de derecho pontificio de consagradas en medio del mundo.

“Al verlas, me agarró la inquietud de saber si podía ser llamada a una vida así”, recordó. “Me llamó mucho la atención y algo adentro se me despertó al saber yo sí podía ser como una de ellas”.

Ella preguntó ¿Cómo sé si Dios me llama? Pero las nuevas consagradas no le dieron la respuesta directa que ella quería, aconsejándole que siga rezando y ahondando su vida espiritual. Cuando la Hermana Cecilia fue a un retiro en silencio, ella pidió hablar con la superiora general, quien le preguntó “¿Y si Dios te está llamando?” A la Hermana Cecilia esto le sonó como una respuesta.

“Sentí muchas emociones”, dijo. “Te da alegría cuando nace un deseo profundo de entregarse a Dios”.

Mientras comenzaba un proceso de discernimiento con las cruzadas, ella sintió miedo de “no ser digna” y decidió irse, creyendo que su vocación era la vida matrimonial. “Pensé, ‘Esto no es lo mío'”, dijo “Quise huir de la llamada de Dios a una vida consagrada y dándole respuesta a esa huida dije ‘mejor me caso'”.

Más tarde ella se daría cuenta que se había buscado una felicidad que no era la de Dios, hasta que llegó a encontrar el lugar donde Él la quería.

“Siempre tenía esa inquietud”, dijo. “Cuando hacía la Adoración (al Santísimo), algo dentro de mí me decía que quería algo más”, dijo.

Aunque la Hermana Cecilia sabía de las hermanas del convento de San Gabriel, ella las conoció a los 23 años al ir a una misión en Méjico. Ella pidió hacer un retiro y convivencia. “Después de mucha oración, decidí ingresar a conocerlas más profundamente y uno va descubriendo si realmente su carisma es lo que Dios quiere para uno”, dijo.

Después de su tiempo de aspirantado y postulantado en Alexandria bajo la guía de la Madre María González, ella fue a la casa madre en Argentina para continuar la etapa de noviciado canónico y apostólico. Primero ella participó en momentos de formación espiritual, aprendiendo la misión y constituciones de la orden religiosa y después pasó otro año en una comunidad de la congregación participando en las actividades misioneras y apostólicas que viven las hermanas.

“Vas confirmando si esta es la vida que Dios quiere para ti y la que seas vivir”, dijo. Ella se identifica con el carisma de ser como “Cristo abandonado filialmente en las manos del Padre” y confiar en Su voluntad.

“Es hermoso como la providencia me trajo desde El Salvador hasta acá y me ayudo a elegir lo que Dios ha elegido para mí”, dijo.

Vivir fraternamente y apostólicamente en comunidad les ayuda a “poco a poco configurarse con Cristo pobre”, dijo. “Abandonándonos en la divina providencia, sabiendo que Él siempre está con nosotros. A veces Su silencio nos hace pensar que nos ha abandonado, pero esa presencia siempre está”.

Como las otras “hijas josefinas” bajo la mirada del Padre, Lizama se siente fortalecida por la protección de San José para ser “pobre, casta y obediente”.

En una entrevista antes de su profesión de votos la Hermana Cecilia dijo que estaba contenta y en paz, sobre todo porque Dios la ayudó a identificarse con la comunidad Josefina. Para ella el conocer más sobre su fundadora, la Venerable Madre Camila de San José Rolón, fue un ejemplo para confiar en la misericordia y providencia de Dios. “Siendo parte de la familia Josefina, me voy a una casa y para mí es mi casa”, dijo.

Su familia está contenta porque ven que hacer la voluntad de Dios la llena de plenitud. Y las hermanas están contentas por una vida más que Dios Padre ha elegido para entrar a la congregación.

Antes de viajar a los Estados Unidos para su profesión de votos, la entonces novicia recibió mensajes de las hermanas que están en Roma, Madagascar, Uruguay y Rumania.

“Las hermanas están re-contentas, estamos unidas. Me llaman y dicen que no importa la distancia porque tenemos la unión de Cristo”, contó. “Con su mensaje estaban mostrando su alegría de recibirme como hermana. Una alegría muy inmensa, dijeron ‘estaremos juntas allí contigo en oración cuando recibes a Jesús'”. Junto con sus otras Hermanas Josefinas – muchas de las cuales vieron la profesión desde Argentina vía Skype – ella disfrutó cada momento de la primera profesión de votos del 19 de marzo.

Las palabras del Padre Keith M. O’Hare – el párroco en una misión de la Diócesis de Arlington en Bánica, en la Republica Dominicana – en la homilía sobre el carisma de la pobreza y la cruz josefina la emocionaron.

“Eso nos lleva a las obras de caridad que es lo que nos sustenta, la unión con Dios pobre”, dijo. “Al principio estaba muy nerviosa pero fue algo muy lindo muy solemne, me sentía como en el cielo”. Ella les dice a las jóvenes que sientan la llamada a consagrarse a Dios que no tengan miedo, “Si Dios llama, Él da la gracia para que uno se atreva a lanzarse a los brazos del Dios Padre”.

E incluso si la vida consagrada no sea el llamado para esa joven, el dar el paso para profundizar la fe y explorar el camino vocacional también es importante.

Dios que es el que te va llenando de ese deseo, despertando las ganas para que vivas plenamente para Él”, dijo. “Él te llevará hacia donde Dios te ha elegido; no tengan miedo a responder”.

“No somos nosotros, sino la fidelidad de Dios que responde”, agregó. “Dios que actúa en nosotros”.

Para contactar a Maria-Pia Negro escriba a [email protected] o en Twitter @MNegroACH.

Para mayor información

Sobre las Hermanas Pobres Bonaerenses de San José, llame al 703/354-0395 o escriba al email [email protected].

Sobre la Oficina de Vocaciones de la diócesis, contacte al P. Jaffe al 703/841-2514.

Misa Anual Diocesana por las Vocaciones Hispanas

Misa con el Obispo Loverde para orar por las vocaciones hispanas, este 6 de abril en la Iglesia El Buen Pastor en Alexandria a las 2 p.m.

Lea más

– Para leer el primer artículo de la serie, vaya a “Un Capuchino Franciscano cuenta cómo Dios lo llamó”.

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