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El Adviento como una conmemoración jubilosa

Monseñor Michael F. Burbidge

ADOBESTOCK

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Si el 1º de noviembre entraran a un almacén de venta al por menor, pensarían que la celebración de la Navidad ya ha comenzado. Sin embargo, en nuestra tradición católica, tomamos tiempo antes de la Navidad para preparar nuestro corazón y nuestra mente con el fin de poder celebrarla de una manera más plena y fructífera. Durante la Temporada de Adviento, esperamos la venida de Cristo y eso es muy significativo. Por ejemplo, al comienzo del Adviento expresamos la esperanza de que Cristo vuelva de nuevo en gloria y en la segunda parte del Adviento nos preparamos deliberadamente para la Natividad de Nuestro Señor. Puesto que este Adviento marca el comienzo de nuestro primer año de preparación para el Jubileo de Oro de la Diócesis, cuyo tema gira alrededor de la palabra conmemoración, debemos concentrarnos en la conmemoración como la única dimensión de nuestra preparación durante el Adviento.

Nuestra anticipación de la venida de Cristo se caracteriza por una conmemoración jubilosa. La Temporada de Adviento nos invita a recordar la promesa de Dios de enviar a un Salvador y su fidelidad a esa promesa. La promesa de Dios se remonta a varias generaciones y es recordada aun por el pueblo que existía en la vida de Jesús. Cuando nació Juan Bautista, Zacarías, su padre, bendijo al Dios de Israel al recordar que Dios, como lo había prometido, “tuvo misericordia de nuestros padres y se acordó de su santa Alianza” (Lucas 1:68-72). Simeón, al reconocer al Niño Jesús, se regocijó y dijo: “Has cumplido tu promesa. Mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos” (Lucas: 2:29-31). Al venir a este mundo, Cristo derramó la gracia de Dios sobre la humanidad.

Recordamos con alegría la promesa y la fidelidad de Dios precisamente porque emanaron de su abundante amor. El pueblo de Dios ha sufrido por mucho tiempo por causa del pecado. Aun así, Dios no ha dejado que su pueblo viva en las tinieblas, sino que ha derramado sobre él su gran misericordia. “El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz”, profetizó Isaías. “Tú has multiplicado la alegría, has acrecentado el gozo” (Isaías 9:1-2). Con júbilo, recordamos la venida de Cristo porque la gracia dada se ha derramado en abundancia y con gran misericordia por nuestros pecados. Con esa abundancia se nos ha dado la inspiración y la fe para ser evangelistas. El Papa Francisco escribió: “La alegría evangelizadora siempre brilla sobre el trasfondo de la memoria agradecida” de Jesús que está presente en la Eucaristía (Evangelii gaudium).

Por lo tanto, en esta Temporada de Adviento, anticipamos la fiesta del nacimiento de nuestro Salvador al conmemorar jubilosos la fidelidad de Dios a su promesa porque Él envió a su Hijo a vivir entre nosotros y a salvarnos. Las devociones y actividades tradicionales del Adviento son guías para recordarnos esta realidad. Las ramas de pino y las velas encendidas de nuestras coronas de Adviento son señales visibles de la vida perdurable que trajo Cristo. Nuestros pesebres nos recuerdan que nuestro gran Dios se humilló por nosotros, no por causa de nuestras obras sino de su misericordia.

Si dejamos que estas devociones realmente sean un reto para nosotros, también nos llamarán a ayudar a los más necesitados. Debemos hacer brillar la luz de Cristo para quienes carecen de ropa o de hogares, para quienes tienen familias destruidas o con relaciones tensas, para quienes han perdido recientemente a sus seres queridos y para muchas otras personas. Como escribió el Papa Francisco, “el pesebre es una invitación a “sentir” y a “tocar” la pobreza que el Hijo de Dios eligió para sí mismo en la Encarnación. Es un llamado a encontrarlo y servirle con misericordia en los hermanos y hermanas más necesitados”. Podemos mostrar esa misericordia porque se nos ha mostrado primero a nosotros.

Afortunadamente, nunca nos preparamos para la Navidad como si nuestro Salvador no hubiera nacido, porque Él ha estado y está presente entre nosotros hoy, sobre todo en el Sacrificio de la Misa y en la Eucaristía. La Temporada de Adviento nos invita a ver con los ojos de la fe que, en el pan y el vino consagrados, recibimos real y verdaderamente la palabra de Dios que nos da vida, junto con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. De esta manera, el Adviento nos invita a reflexionar más profundamente sobre cómo cada Misa es una conmemoración jubilosa y una experiencia viva de salvación que ha llegado a la Tierra. Entonces, cuando finalmente nos reunamos para celebrar la Eucaristía el Día de Navidad, podremos rezar en espíritu y de verdad: “Aleluya, aleluya. Nos ha amanecido un día sagrado: ¡vengan, naciones adoren al Señor!” (Isaías 61:1).

Recursos recomendados para observar el adviento en la casa

Bendición de la corona de Adviento: https://www.usccb.org/prayers/blessing-advent-wreath

Las grandes antífonas del Adviento: https://www.usccb.org/prayers/o-antiphons-advent

La bendición del árbol de Navidad: https://www.usccb.org/prayers/blessing-christmas-tree

La bendición del pesebre: https://www.usccb.org/prayers/blessing-christmas-manger-or-nativity-scene

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