Durante todo el tiempo de cuaresma se nos enfatiza sobre el
ayuno, la oración y la limosna y en gran medida nos
esforzamos por vivirlos y por que nos ayuden a entrar en este
tiempo de penitencia y de transformación interior.
Pero me he dado cuenta que muchos no entienden el significado
de estos tres pasos que nos ayudan de vivir con más
intensidad nuestra cuaresma.
El ayuno: Ya en los tiempos de Jesús existía
esta práctica de mortificación, Jesús
mismo les pide a sus discípulos que lo hagan con
alegría y sin ninguna visión fatalista; "Cuando
ayunen no pongan cara triste como los hipócritas" (Mt.
6, 16). El Maestro quiere que la vida de sus
discípulos esté centrada sobre Dios, en el
secreto de su alma, sin otra intención que la de
glorificarlo por su obediencia.
El ayuno cuaresmal es un continuo llamado a superar los
formalismos vacíos, ya que sería inútil
abstenerse de alimentos si uno no se abstuviera del pecado.
San Francisco de Sales decía que "El ayuno fortifica
el espíritu, mortificando la carne y su sensualidad;
eleva el alma a Dios; abate la concupiscencia, dando fuerzas
para vencer y amortiguar sus pasiones, y dispone el
corazón para que no busque otra cosa distinta de
agradar a Dios en todo" en la liturgia cuaresmal aparece que
el cristiano con su fe no está llamado a despreciar su
realidad humana, ni a ver esta mortificación desde un
plano fatalista o puritano, sino a verlo como un ofrecimiento
a Dios, una ofrenda agradable a ese Dios del amor que con el
don de su espíritu nos renueva interiormente, haciendo
morir en nosotros el pecado para que vivamos una vida
enteramente nueva.
La Oración: La cuaresma es el tiempo de más
asidua e intensa Oración, entendida en su autenticidad
evangélica más profunda, unida a la
oración de Cristo. Jesús aborda el tema de la
oración, y lo presenta de una forma sencilla invitando
a sus discípulos a hacerlo de forma humilde, les pide:
"...Cuando oren, no sean como los hipócritas, que
gustan de orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de
las plazas, para ser vistos de los hombres; en verdad les
digo que ya recibieron su recompensa" (Mt. 6, 6).
A sus ojos el valor de la oración, depende ante todo
de su espontaneidad. No se ora en cumplimiento de
órdenes o de normas vacías o impuestas, se ora
porque se ama, para encontrar a Dios, que es Amor, es un
dialogo de amistad con el amor de los amores.
Por ende, no oramos sólo para llamar a Dios en nuestro
socorro, sino que, ante todo, tenemos la necesidad de
expresar a Dios una alabanza, nuestra admiración y
reconocimiento, es como dialogar de forma libre y sin ninguna
presión con alguien a quien amamos y deseamos abrirle
nuestro corazón, la oración no es más
que la respuesta desinteresada y libre de dos que se aman y
no desean terminar de conversar, esto quiere decir que este
dialogo se hará en todo momento y circunstancia.
La limosna expresión de la Caridad.
Etimológicamente, la limosna designa un sentimiento de
compasión y el ímpetu que nos lleva a aliviar a
todo el que tiene una pena, cuando hablo de compasión
no hablo de lástima, sino de ver al hermano que
necesita con caridad, con amor fraterno; esto quiere decir
que un discípulo de Cristo no puede pasar indiferente
al lado de un hombre que sufre, tal como Jesús nos lo
explica en la parábola del Buen Samaritano.
En este tiempo cuaresmal es muy importante entender que el
valor de nuestras acciones reside en la intención que
nos mueve a obrar. Es notable que Jesús tilde de
hipócrita a esa gente religiosa que realiza obras
buenas para ser vistas por los demás a manera de
buscar sus propios elogios. Podríamos calificar de
hipócrita a aquel que desempeña un papel y
lleva una máscara. San Agustín decía:
"...Cuanto menos tengamos obligación de dar algo a
alguien, más desinteresado será nuestro afecto.
Lo que tenemos que querer para el que amamos es que sea
nuestro igual." En otras palabras, darle al hermano lo que es
nuestro, no lo que nos sobra.
El Padre Díaz es el vicario parroquial de la Iglesia
de la Sagrada Familia en Dale City.