La iglesia se regocija y se engalana con flores y con cantos
alegres, porque estamos celebrando la pascua del
Señor, todos estos domingos en nuestras parroquias no
son un domingo cualquiera, ni tampoco día común
y corriente.
Celebrar la resurrección en la vida de los cristianos,
es celebrar con regocijo y fe profunda el día en que
Jesús venció las ataduras de la muerte y nos
dio nueva vida. La noche de la solemne Vigilia Pascual
gritamos con la alegría del pregón pascual que
Jesús, nuestro Señor aniquilo el pecado y una
vez resucitado no morirá jamás. Hoy se tiene
que levantar la voz de la comunidad creyente con la misma
sencillez y con la misma fuerza que tuvieron aquellas
palabras de Pedro: "Ya saben ustedes lo sucedido en toda
Judea,..."(Hech.10,37). Pedro se emociona comunicando a
todos, que lo sucedido en toda Judea no es un
escándalo, sino un acontecimiento que les cambio la
vida todos. Jesús vive y vive para siempre.
Pedro predica e invita a toda la humanidad que está en
la lucha, en los afanes, en los logros y los reveses de su
concreta vida a revivir, a alegrarse y asomarse a la tumba
que está vacía. Esa es la razón por la
que celebramos una fiesta distinta de las fiestas populares,
o de aquellas que plantean una alegría vacía y
sin ningún contenido de crecimiento espiritual.
Jesús ha resucitado, es el acontecimiento más
grande de la historia, hoy quedó atrás, la
cruz, el dolor, la duda y la vacilación, ya que todas
las interrogantes y cuestionamientos han sido respondidos de
manera clara y directa, cuando María Magdalena
encuentra la tumba vacía.
Esa misma tumba, que resguardó el cuerpo destrozado
por nuestras faltas, y donde quedó encerrado ese
viernes por la noche el escarnio, el odio y la maldad
diabólica de aquellos que lo enviaron a crucificar,
todos esos elementos, han sido destruidos por el triunfo de
la resurrección. Está vivo, la tumba
está vacía.
Las veces que he visitado el Santo Sepulcro en
Jerusalén, siento una alegría grande e
inexplicable, y mi fe se solidifica aun más, al ver
una tumba vacía, eso me hace creer más en que
Él, el mismo Jesús vivo aun continúa a
mi lado, y salgo de ahí con una sonrisa de seguridad
al saber que venció la oscuridad, la maldad y la
muerte.
Ahora sé que tengo dignidad, porque, Si Él
está vivo, yo también tengo la oportunidad de
vivir con él por siempre.
Esa misma tumba que María Magdalena encuentra
vacía, con la piedra removida, es la misma que sigue
anunciando este milagro de amor; es la misma a la que Pedro y
Juan entraron y se postraron llenos de asombro,
admiración y alegría.
María Magdalena fue la primera testigo de la
resurrección de Jesús. Fue al sepulcro de
madrugada, cuando todavía estaba oscuro, fue en busca
de un Cristo muerto y lo encontró resucitado, es que
muchas veces los seres humanos somos así, no somos
capaces de creer en la vida y en la resurrección,
vivimos cabizbajos y tristes, como si no tuviéramos
nada en la vida por que luchar. Esa era María,
buscando un cadáver y encuentra la vida misma en el
amanecer de un nuevo día; pero es que es imposible de
creer cuando Jesús nos asalta, en el amanecer de
nuestra vida.
La resurrección es vida, es nacer para la vida de
Dios, estar en Él, disfrutar para siempre de Su
ternura y Su presencia, es el motor de nuestra fe. Es lo que
impulsa nuestro caminar. Nunca he entendido a los cristianos
que permanecen llenos de mil temores y dos mil desamores,
pensando más en la condenación eterna que en la
resurrección eterna. Se olvidan estos hermanos que la
muerte redentora de Cristo es siempre invitación a la
nueva vida resucitada.
Existen también esas otras resurrecciones diarias que
se dan en nuestra vida. Es la resurrección de quien ha
cambiado de vida escuchando la Palabra de Dios, la del que ha
vuelto del pecado a la gracia porque supo bajar a la tumba
donde estuvo enterrado Jesús y descubrió que ya
no estaba allí, y emprendió así la gran
ruta espiritual del conocimiento de Dios.
Resucitar es dejar que Dios tome la última palabra en
mi vida. Es no ponerle obstáculos para que se haga
realidad Su promesa de vida eterna. Los cristianos tenemos
que hacernos con frecuencia la pregunta: ¿Me siento de
verdad resucitado?
El Padre Díaz es vicario parroquial de la Iglesia de
la Sagrada Familia en Dale City.