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Notable progreso hacia el aseguramiento de la rendición de cuentas por los obispos

Por Monseñor Michael F. Burbidge

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El ministerio de cada obispo dentro de la Iglesia Católica se centra alrededor de tres responsabilidades principales que son enseñar, santificar y gobernar. La parte referente a “enseñar” dentro de mi ministerio tiene por fin asegurar que la fe católica se enseñe en toda su riqueza y que los fieles católicos la compartan y la entiendan. Se debe proclamar el mensaje del Evangelio para poder vivirlo de verdad. “Santificar” significa celebrar el amor y la misericordia de Dios por medio de los Sacramentos, el corazón de la Iglesia y el elemento vital de todo nuestro trabajo y de nuestra vida. Por último, mi deber de “gobernar”, que significa supervisar y dirigir las actividades de la Diócesis, debe cumplirse con la debida diligencia.

Ningún hombre que haya llegado a ser obispo discernió en un principio su vocación al sacerdocio por causa de su incesante deseo de manejar las actividades institucionales de la Iglesia o de otros ministerios sin fines de lucro ni de hacer un balance de los libros de contabilidad de una parroquia. Sin embargo, la debida gobernanza de una Diócesis asegura que nuestros ministerios sean sostenibles y que los fieles tengan confianza de que dedican su tiempo y sus recursos a una tarea noble orientada hacia Dios y que funciona de acuerdo con los principios de nuestra fe.

Desde el 10 hasta el 14 de junio, durante la celebración de la Asamblea General de primavera de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos correspondiente al año 2019, mis hermanos obispos y yo nos reunimos para enfocarnos en un solo punto: la gobernanza. Con los recientes fracasos y crisis referentes al ex Cardenal McCarrick y la manera deficiente en que algunos obispos manejaron las imputaciones creíbles de abuso sexual, quedó claro que teníamos la obligación de crear un mejor sistema para iniciar investigaciones contra los obispos. Por lo tanto, la mayor parte de la semana se dedicó a este asunto y se logró mucho.

El punto de partida para esta reunión fue una Carta Apostólica en forma de motu proprio (un documento de la autoría del Santo Padre) titulado Vos estis lux mundi, que significa “Vosotros sois la luz del mundo”. Este documento, en virtud del cual se establecieron nuevas normas, es un obsequio destinado a la Iglesia universal. También les dio a los obispos de los Estados Unidos una visión clara de la forma en que podíamos mejorar nuestro ya minucioso y amplio proceso para denunciar e investigar las imputaciones de abuso sexual de menores por un obispo o un sacerdote y para cuidar a las víctimas y a los sobrevivientes de esa clase de abuso.

El Estatuto para la protección de niños y jóvenes estableció procedimientos de denuncia de las imputaciones contra sacerdotes y diáconos, que han estado vigentes desde 2002 y han demostrado ser muy eficaces. Sin embargo, quedaba por abordar la forma de manejar y denunciar las imputaciones contra los obispos por causa de abuso o mal manejo de las imputaciones de abuso. Puesto que los obispos rinden cuentas al Santo Padre, se necesitaba un proceso transparente para asegurarse de que las denuncias de abuso contra un obispo sean manejadas de una manera responsable por las autoridades eclesiásticas.

Después de una extensa consulta con expertos, incluso con muchos de los fieles laicos, prolongadas deliberaciones y examen de varios planes preliminares, me complace informarles que la reunión de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos celebrada en junio proporcionó un excelente punto de partida.

En el plan final se emplea una línea telefónica directa de nivel nacional administrada por una tercera entidad con el fin de velar por que se reciban e investiguen las denuncias de abuso sexual y que la comunidad laica participe en todo el proceso de investigación y examen. Según la directriz dada por el Papa Francisco en su Carta Apostólica en forma de motu proprio, la persona encargada de la investigación de esa denuncia en la Iglesia en los Estados Unidos será un obispo nombrado por la Santa Sede. En muchos casos, puede ser el Arzobispo Metropolitano para la provincia correspondiente. Si la imputación es contra el Metropolitano, entonces la Santa Sede asignaría al obispo con mayor antigüedad en el cargo en ministerio activo en esa provincia para realizar la investigación.

Sin embargo, las investigaciones canónicas no son lo mismo que la investigación penal o civil que realizarían las autoridades competentes. Las imputaciones de delitos recibidas por medio de la línea telefónica directa se comunicarán a las autoridades públicas y el Arzobispo Metropolitano colaborará con ellas para asegurarse de que la investigación canónica no impida de ninguna manera a investigación hecha por las autoridades del orden ni cree conflicto con esa investigación. También se insta siempre a las víctimas a comunicarse con las autoridades públicas por su propia cuenta. La línea telefónica directa es solamente una forma de enviar esa denuncia a las autoridades públicas o eclesiásticas.

El tema de la participación de la comunidad laica surgió muchas veces durante las deliberaciones de los obispos. Como hemos visto en nuestros informes vigentes, en los procesos de investigación y examen de las imputaciones de abuso sexual de menores por sacerdotes, la pericia y asistencia de la comunidad laica son indispensables. Su participación es fundamental para nuestros procesos vigentes y los obispos entienden con claridad que deben permanecer integralmente involucrados también en nuestros procesos ampliados. En ese sentido, los obispos prometieron asegurarse de que cualquier investigación o examen que se realice deberá contar con los consejos y la pericia de profesionales laicos calificados.

Tengo muy presente cuántos fieles han perdido confianza en el liderazgo de la iglesia o hasta se han alejado de ella por las fallas de sus dirigentes. Esta reacción es comprensible pero lamentable. Quiero que sepan que, como su obispo, yo tomo muy en serio cualquier imputación de abuso sexual y trabajo para asegurarme de que esas imputaciones se denuncien a las autoridades, se investiguen minuciosamente y se sometan a examen por hombres y mujeres laicos con la debida competencia En fin de cuentas, se me ha encomendado la tarea de gobernanza de esta Diócesis y no le puedo pasar esa autoridad a nadie. Sin embargo, necesito el apoyo de los fieles laicos y continuaré solicitando la ayuda de profesionales laicos calificados para el trabajo de la Diócesis. Con su apoyo en espíritu de oración y con la gracia de nuestro Padre Celestial, tomaré las decisiones que considere justas y como un acto de servicio al Cuerpo de Cristo.

Deseo expresar mi continua gratitud por el valor de las víctimas que han resuelto contar su historia y nos ayudan a descubrir la verdad. Su testimonio es una fuente de inspiración y su fe es motivadora. Tengan la seguridad de mis continuas oraciones y mi deseo de ayudarles en su proceso de sanación. Los nuevos procesos establecidos y compromisos contraídos por los obispos de los Estados Unidos son apenas el comienzo. Hemos prometido seguir modificando nuestros requisitos en materia de denuncia, investigación y examen, según sea necesario. Creo que el trabajo de este último mes, reforzado por el liderazgo y la dirección del Papa Francisco, ha representado un importante paso hacia el aseguramiento de una mayor rendición de cuentas por la actuación de los obispos en los Estados Unidos.

Les pido que nos tengan presentes a mis hermanos obispos y a mí en sus oraciones; les aseguro que ustedes estarán en las nuestras.

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