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En la vejez seguirán dando fruto

Alexander Diaz

An elderly woman reacts as she meets Pope Francis during his general audience in St. Peter’s Square at the Vatican in this March 22, 2017, file photo. The pope has chosen the theme, “In old age they will still bear fruit” (Psalm 92:15), for the second World Day for Grandparents and the Elderly July 24. (CNS photo/Paul Haring)

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El próximo 24 de julio se celebrará la segunda jornada mundial de los abuelos y adultos mayores. El objetivo de la jornada es meditar, agradecer y celebrar con todos nuestros abuelos y adultos mayores. Ésta fue una iniciativa del Papa Francisco el año pasado, después de ver y descubrir la soledad y el abandono que muchos vivieron durante la pandemia; muriendo olvidados y en soledad porque sus hijos y familias se desentendieron de ellos. Este año, el título de la jornada se tomó de un versículo del Salmo 92, “En la vejez seguirán dando fruto”, el que, meditándolo detenidamente, responde perfectamente a lo que nuestros abuelos representan.

Es bien duro visitar los asilos para adultos mayores y las casas de retiro, donde hijos y familiares llevan a vivir a los abuelitos sus últimos días. No quiero sonar duro, pero lo que experimento en cada visita es soledad, marginación y olvido por parte de hijos, nietos y familiares.

Nuestros abuelos y adultos mayores son la experiencia de la vida y una generación de oro que ha guerreado duro para educarnos y proveernos del alimento espiritual y material. Fueron, dentro de sus propias limitaciones, el rostro de Dios para nosotros — no debemos olvidar que la mayoría de ellos lo dieron todo por nosotros. Son la experiencia de la vida, porque la han caminado y le han ganado la batalla.

El Papa Francisco afirma que ellos, “Son el eslabón entre las generaciones, para transmitir a los jóvenes la experiencia de vida y de fe … a menudo se olvida a los abuelos y la riqueza que ellos pueden transmitir de una generación a otra”.

Me gusta mucho hablar con algunos de ellos porque me hacen viajar en el tiempo, y me encanta ver cuando sus rostros se iluminan al contar sus historias y cómo salieron victoriosos ante los avatares y retos que superaron; su voz se vuelve potente porque expresa sabiduría y seguridad, y porque con certeza mantienen viva la historia.

Nos recuerdan que la vejez, mostrada en sus rostros marcados por el tiempo y curtidos por las arrugas, es un regalo de Dios, porque expresa amor, comprensión y seguridad. Dichosos aquellos que tuvimos un abuelo o una abuela que nos instruyó con su sabiduría y amor.

El Papa Francisco en el mensaje para esta jornada escribía a los abuelos estas palabras, “La ancianidad no es un tiempo inútil en el que nos hacemos a un lado, abandonando los remos en la barca, sino que es una estación para seguir dando frutos. Hay una nueva misión que nos espera y nos invita a dirigir la mirada hacia el futuro. La sensibilidad especial de nosotros ancianos, de la edad anciana por las atenciones, los pensamientos y los afectos que nos hacen más humanos, debería volver a ser una vocación para muchos. Y será una elección de amor de los ancianos hacia las nuevas generaciones. Es nuestro aporte a la revolución de la ternura, una revolución espiritual y pacífica a la que los invito a ustedes, queridos abuelos y personas mayores, a ser protagonistas … en este mundo nuestro, estamos llamados a ser artífices de la revolución de la ternura. Hagámoslo, aprendiendo a utilizar cada vez más y mejor el instrumento más valioso que tenemos, y que es el más apropiado para nuestra edad: el de la oración. Convirtámonos también nosotros un poco en poetas de la oración: cultivemos el gusto de buscar palabras nuestras, volvamos a apropiarnos de las que nos enseña la Palabra de Dios … ” (Mensaje para la II jornada mundial de los abuelos y adultos mayores)

Me parece interesante que el Papa hable directamente a nuestros abuelos, animándolos a no sentirse marginados ni relegados por sus hijos; me hace reflexionar mucho porque desafortunadamente el mundo moderno es injusto y desagradecido con ellos. Debemos apreciar y valorar a nuestros ancianos, escucharles y dedicarles el tiempo que sea necesario; tenerles paciencia y respeto, porque aunque cuenten la misma historia cada día, debemos recordar que nosotros ya lo hicimos antes con ellos cuando éramos niños, y que la soledad a la que les condenamos ahora, será nuestra misma suerte en el futuro. No hay que olvidar que la ancianidad es una etapa a la que todos llegaremos algún día, y si no le enseñamos a nuestros niños a amar, respetar y valorar a los abuelos con nuestro propio ejemplo, ellos harán lo mismo que nosotros hacemos hoy, sólo que será con nosotros.

Nuestros abuelos y ancianos aún no han terminado su misión en este mundo, continúan dando sus frutos. Disfrutemos de ellos para que cuando partan a la casa del padre, se vayan felices y nosotros quedemos satisfechos de haberles devuelto el amor que nos dieron.

El Padre Díaz es párroco en la Parroquia Reina de los Apóstoles en Alexandria.

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