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Carmen Briceno

¡He visto al Señor!

Carmen Briceño

ADOBESTOCK

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El viernes santo las esperanzas de los discípulos y de las mujeres se había desvanecido, los temores habían reinado, la incomprensión, y quizás hasta rabia, los había dominado. ¿Será que todas sus esperanzas fueron en vano? Habían apostado sus vidas en este Jesús de Nazaret y ¿para qué? Todo terminó con una muerte sangrienta. ¿Qué sentido tenía todo ese dolor y sufrimiento? No habían entendido las palabras de Jesús que les decía que era necesario que el hijo del hombre padeciera (Lc 9:22). No habían entendido su llamado a cargar la cruz.

De modo que cuando la muerte y el dolor tocó sus puertas, salieron corriendo y cerrando sus puertas se escondieron. Todo acabó. Los discípulos lo creían muerto, las mujeres con sus aceites se encaminaban a perfumar un cadáver. Ese hombre que tanto amaban y en quien pusieron sus esperanzas ya no existía, excepto en sus recuerdos.

Pero allí no terminó la historia. Tres días después, todo cambió. Lo imposible se hizo posible. La tumba de muerte se convirtió en vientre de vida. ¡Jesús había resucitado! Sin embargo, ninguno de los discípulos ni las mujeres reconocieron a Jesús resucitado. María Magdalena lo confundió con un jardinero (Jn 20:15), los discípulos de Emaús pensaban que era un caminante más (Lc 24:13-25), Pedro lo vio como un hombre cualquiera a la orilla del mar (Jn 21:4).

¿Cuántas veces te sucede lo mismo? ¡Jesús está vivo en medio de tu vida y no lo reconoces! Quizás como los discípulos tienes expectativas de como Jesús puede y debe actuar de manera que cuando se presenta de una manera diferente no lo reconoces. Cada día está actuando Dios y cada día te está llamando. Dios se revela a través de personas y de circunstancias, pero debes tener ojos para ver.

Jesús estaba hablando con María Magdalena, pero ella sólo lo vio como un jardinero. Quizás como ella, no eres capaz de ver a Jesús vivo en las demás personas. ¿No te das cuenta de que cada persona con quien te encuentres es Jesús delante tuyo? No es un simple jardinero, “homeless”, amigo, hijo, esposo, vecino. ¡No! Es Jesús.

Los discípulos de Emaús lo vieron como un caminante más. Sólo lo reconocen al partir el pan. ¿Reconoces a Jesús en cada Santa Misa y en cada Eucaristía? ¿Te arde el corazón como esos discípulos al escuchar la palabra de Dios? Quizás tus ojos como los de ellos están velados. No midas la eficacia de tu oración con los sentimientos que se producen en ti. Los santos más grandes han sabido permanecer en “noches oscuras” donde no hay ningún tipo de consuelo y donde sus sentimientos los tientan a decir que Jesús está muerto. ¡Pero como ellos, aprende a vivir en fe y proclama con el corazón que Jesús verdaderamente ha resucitado!

Pedro, con la muerte de su mejor amigo y ante la vista de su gran traición, regresa a su vida pasada. Deja de ser pescador de hombres y comienza de nuevo a tirad la red. Jesús se revela a Pedro a las orillas del mismo mar y lo llama de la misma manera. Renovando así su primer amor. No dejes que como Pedro tus pecados y traiciones te alejen de Jesús. ¡No regreses a la vida pasada! Deja que Jesús te encuentre de nuevo, que te llame como la primera vez y así puedas renovar tu amor y compromiso por Él (Jn 21).

Jesús está vivo y no quiere que pases ni un solo día sin que lo reconozcas actuando en tu vida. Que en este tiempo de Pascua te atrevas como María Magdalena a decir con todo tu corazón “¡He visto al Señor!”

Briceño, una virgen consagrada, se dedica a la evangelización a través del arte con su ministerio sacredprint.com.

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