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Carmen Briceno

Santos en Entrenamiento: Los Santos y la alegría

Carmen Briceño

Third graders dressed as saints stand at the front of the church at the end of Mass.

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La santidad consiste en estar siempre alegres, nos dice San Juan Bosco. Imagínate una propaganda de chocolate donde el actor en vez de disfrutar y saborear el chocolate cada vez que se lo come, pone una cara fruñida y de asco. ¿Le vas a creer? ¿Quién te va a creer cuando le dices que la vida sin Dios no tiene sentido, si al verte estas siempre amargado? Nadie.

Los santos eran personas alegres. Con esto no quiero decir que eran personas bullosas, siempre riéndose y sin ningún problema. No es verdad. Lo que sí es cierto es que los santos eran personas que tenían una paz profunda y ponían su alegría y esperanza en Dios; por lo tanto, nadie se lo podía robar. Como las cosas materiales no eran su fuente de alegría, no les importaba si tenían mucho o poco. Sabían que el placer no es lo mismo que la alegría; entonces, no caían en adicciones buscando llenar un vacío. Como sabían que la alegría consiste en aceptar la voluntad de Dios en todo momento, ni las situaciones adversas, ni sus cambios de humores les quitaba el contento del corazón.

El problema que tenemos es que no sabemos qué es la alegría ni cuál es su fuente. Recordemos que la alegría es un fruto del Espíritu Santo y no un sentimiento (Gálatas 5:22-23). Esto quiere decir que la alegría es el resultado de una vida en Dios. Muchas veces medimos nuestro progreso en la vida espiritual por nuestros sentimientos de devoción o por la cantidad de oraciones que hacemos. El problema es que los sentimientos engañan, y podemos hacer las cosas más por rutina que por amor. Si queremos medir cómo estamos en nuestra vida espiritual, debemos ver los frutos. ¿Somos alegres? Entonces estamos cerca de Dios.

Debemos recordar que la alegría es también compatible con el sufrimiento y los momentos difíciles. San Pablo nos dice: “Alégrense siempre en el Señor. Insisto: ¡Alégrense! Que su amabilidad sea evidente a todos. El Señor está cerca. No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:4-7). ¡San Pablo escribió esta exhortación cuando estaba en la cárcel! Así, nos recuerda que el motivo de la alegría no es que no tengamos problemas, sino que “El Señor está cerca”.

Un Viernes Santo, después de haber rezado en la capilla, Santa Teresita regresó a su celda y comenzó a toser muy fuerte. Al toser sentía que le salía sangre, pero quiso esperar hasta la mañana siguiente para revisar su pañuelo. Al confirmar que efectivamente había tosido sangre, en vez de preocuparse que se iba a morir ¡se alegró! Dijo: “¡mi alma se llenó de una enorme alegría! Estaba íntimamente convencida de que Jesús, en el aniversario de su muerte, quería hacerme oír una primera llamada. Era como un tenue y lejano murmullo que me anunciaba la llegada del Esposo.” Para Teresita la realidad de la muerte no era algo terrible, sino era fuente de alegría porque finalmente podría ver a Dios cara a cara. Recordemos lo que dice 1 Corintios 2:9 “Lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman”.

Si nuestra alegría está puesta en Dios entonces nada ni nadie la podrá quitar. Las situaciones difíciles nos llenarán de alegría porque estamos compartiendo los sufrimientos de Cristo (1 Pedro 4:13). Los días “monótonos” serán motivo de regocijo porque: “Éste es el día en que el Señor actuó; regocijémonos y alegrémonos en Él” (Salmo 118:24). Aunque las cosas no vayan bien y “la higuera no florezca, ni haya frutos en las vides; aunque falle la cosecha del olivo, y los campos no produzcan alimentos; aunque en el aprisco no haya ovejas, ni ganado alguno en los establos; aun así, yo me regocijaré en el Señor, ¡me alegraré en Dios, mi libertador! (Habacuc 3:17-18). Cuando estamos tristes, Su consuelo nos llena de alegría (Salmo 94:19). Recordamos que el mejor remedio es un corazón alegre ya que el espíritu abatido reseca los huesos (Prov 17:22).

La alegría, por tanto, depende de una relación íntima con Jesús. Si queremos ser plenamente felices y alegres, debemos permanecer en Su amor. Jesús mismo lo reitera cuando en Juan 5:9-11 nos dice: “Como el Padre me ama a mí, así los amo yo a ustedes. Permanezcan en mi amor. Pero sólo permanecerán en mi amor si cumplen mis mandamientos, lo mismo que yo he cumplido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que participen en mi alegría y la alegría de ustedes sea completa.”

En este siguiente mes les invito a que midan su nivel de alegría. Si el tráfico, las personas, la falta de dinero, la ambición por cosas materiales, los cambios de humores, las enfermedades o los miedos les quitan la alegría, es una indicación que deben unirse más a Jesús. Él es el remedio. Estando cerca de Jesús podremos decir junto a la Virgen: “Se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador” (Lc 1:46).

Briceño, una virgen consagrada, se dedica a la evangelización a través del arte con su ministerio sacredprint.com.

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