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Carmen Briceno

Verdadera amistad

Carmen Briceño

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Vivimos en un tiempo bien extraño. Si viéramos sólo nuestros medios sociales diríamos que somos muy populares. Tenemos cientos (y algunos) hasta miles de “amigos”. Sin embargo, el Cirujano General de Estados Unidos publicó un informe donde calificó la soledad como una nueva epidemia. ¡El informe dice que la soledad tiene consecuencias tan negativas para la salud que se compara con los efectos de fumar 15 cigarrillos al día! (Lee el informe en inglés siguiendo este enlace, hhs.gov/sites/default/files/surgeon-general-social-connection-advisory.pdf) ¿Cómo es que estamos tan “conectados” pero nos sentimos cada vez más aislados?

Una manera de afrontar este problema es definiendo los términos. Para muchas personas la palabra amistad ha perdido valor. Cualquier persona que solicita ser aceptada como “amigo” a través de una plataforma social, ya efectivamente lo es. Consideramos amigos a personas que quizá nunca hemos conocido en la vida real, pero tenemos conexiones virtuales.

Para definir la palabra “amigo” me voy a remitir a una fuente muy antigua, Aristóteles. Aristóteles fue un filósofo griego que vivió hace más de 2300 años; sin embargo, ha tenido gran influencia al entender el mundo. De hecho, Santo Tomás de Aquino se apoyó en su filosofía para explicar principios teológicos de la fe cristiana. Aristóteles dice que hay tres tipos de amistad: aquellas basadas en utilidad, amistades basadas en el placer, y amistades basadas en la virtud o bondad.

Las amistades basadas en utilidad son aquellas en las cuales cada persona deriva algún beneficio de la otra. Estas amistades fácilmente se disuelven porque son superficiales. Por ejemplo, dos personas son amigas porque se ayudan con una tarea. O quizás una persona está usando a la otra (sin darse cuenta) porque no se quiere sentir sola. Sucede mucho que algunas personas se amistan por el rango de popularidad que puedan adquirir, por la influencia que puedan tener, o por oportunidades de trabajo que puedan surgir. Aristóteles no dice que estas amistades son malvadas o que siempre sean egoístas, sino que son el nivel más bajo de amistad. Sirven un propósito, pero no llevarán a la plenitud de la persona.

El segundo nivel de amistad está basado en el placer. Estas amistades se fomentan porque derivamos algún placer al estar con esos amigos. Quizás nos gusta la misma música, jugamos los mismos deportes, tenemos los mismos gustos, etc. Este nivel de amistad es más elevado que el anterior ya que hay una conexión mayor con la otra persona. Sin embargo, no es el nivel más profundo. Aristóteles dice que esta amistad es la típica de los jóvenes. A través de esta amistad te puedes sentir parte de una comunidad y la pasas bien, sin embargo, no creces.

A veces las amistades de este nivel terminan porque los intereses cambian. Una vez que no asistes a las mismas fiestas, no tienes los mismos gustos, o ya no haces “esas cosas” con tus amigos, te das cuenta de que los vas perdiendo.

Las amistades basadas en virtud o bondad son aquellas que quieren lo mejor para la otra persona. Estas amistades se basan en la virtud y son las más profundas. Ya no se trata de ser amigos porque recibes algún beneficio o porque esa persona te hace sentir bien. Se trata de tener amistades con personas con quien puedes crecer en virtud, ya que tienen los mismos ideales y valores. Aristóteles dice que sólo personas de virtud pueden tener este nivel de amistad. Una persona mala o viciosa puede tener amistades de utilidad y de placer, pero no será capaz de tener una amistad profunda basada en la bondad. Este es el nivel más elevado de amistad porque supone el morir de uno mismo para el bien del otro; supone un ideal más elevado que el egoísmo, que sólo quiere utilidad y placer. Aplicándolo a la fe, podemos decir que este nivel de amistad es aquella que ayuda al otro a ser santo y alcanzar el cielo.

Quizás te puede ayudar este ejemplo para poder evaluar tus amistades. Imagínate estar escalando una montaña con tus amigos. Tu cuerda de seguridad está conectada a la de ellos. Esto quiere decir que donde va uno, van los demás. Por eso debes asegurarte que todos estén caminando en la misma dirección; de no ser así, te llevarán en dirección contraria. Necesitas estar conectado con personas que tengan sus ojos en la cima y que no vayan a jalarte hacia abajo.

La vida espiritual es igual. Debes rodearte con personas que tengan la mirada en la cima — el cielo — y que caminen en esa dirección. Necesitas asegurarte de que, aunque caigas, te levanten y te animen a seguir el camino. No debes “amarrarte” a personas que no compartan tu misma meta, porque cuando las cosas se pongan difíciles, abandonarán el camino y te llevarán consigo hacia abajo.

Sería bueno hacer un examen de conciencia y evaluar qué tipo de amigo eres y qué tipo de amigos tienes. ¿Tienes amigos que te ayudan a acercarte a Dios, a crecer en virtud, a ser mejor persona? ¿O tienes amigos que sólo giran alrededor del placer, los gustos, y cosas superficiales? Recuerda que, querámoslo o no, nos convertimos en las personas con las que nos rodeamos.

Briceño, una virgen consagrada, se dedica a la evangelización a través del arte con su ministerio sacredprint.com.

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