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Carmen Briceno

Vida resucitada

Carmen Briceño

ADOBESTOCK

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Imagínate un padre que tiene un hijo alcohólico. Se siente impotente porque no hay nada que pueda hacer excepto ver como su hijo va perdiendo su vida. De repente, al hijo le da una cirrosis hepática por el alcoholismo y lo llevan al hospital al borde de la muerte. El padre, desesperado, le dice a los médicos que donará su propio hígado para salvar a su hijo. Los médicos le recuerdan que es imposible, ya que al dar su hígado estaría dando su vida. El padre, consciente del sacrificio que esto implica, decide sacrificarse por su hijo.

¿Cómo se sentirá ese hijo al despertar de la operación y ver que su vida ha sido salvada gracias al amor de su padre? Sentirá un amor extravagante hacia su papá y una necesidad de transformar su vida. Ya no será el mismo. Entiende que su vida ha sido salvada gracias al sacrificio de su papá y tendrá que vivir para honrarlo y así corresponder a semejante sacrificio.

¿Qué pensarías si ese mismo hijo sólo unos meses después empezara a tomar de nuevo? ¿Qué pensarías si regresara a su vida de pecado y desperdiciara la nueva vida que se le ha regalado? Que desgracia tan grande.

Algo similar nos puede pasar cuando entramos en la Pascua. Durante la Cuaresma recordamos el sacrificio que hizo Jesús por nosotros. Quizá participamos en los Vía Crucis y ayunamos los viernes, quizá fuimos a la Liturgia del Viernes Santo y hasta nos salieron lágrimas al ver el precio que Jesús pagó para salvarnos de la muerte eterna. Pero algo curioso ocurre el Domingo de Resurrección y los 50 días de Pascua. De repente se nos olvida que hemos sido salvados para vivir una vida nueva y regresamos a ser los mismos de antes. Dejamos los dulces durante la Cuaresma sólo para hartarnos durante la Pascua. Recibimos la vida nueva de Cristo y le correspondemos con el pecado de la gula. Ya no rezamos, no ayunamos, ya no hacemos sacrificios ni ayudamos al prójimo. ¿Qué pasó?

Creo que se nos olvida que la vida cristiana es una vida de discipulado. Es verdad que durante la Cuaresma nos enfocamos más en la oración, el ayuno y la limosna, ¡pero les recuerdo que Jesús nos dijo que aquellas eran prácticas para toda la vida cristiana y no sólo por 40 días! Jesús les dijo a todos sus seguidores en el sermón de la montaña “cuando ayunen … cuando den limosna … cuando oren …” háganlo de esta manera (Mt 6). No dijo: “al ayunar durante la Cuaresma” ya que la cuaresma no existía. Es decir, estas son prácticas espirituales para toda la vida cristiana. Por eso es muy importante hacer un plan de Pascua que nos ayude a seguir creciendo y a no ser como el hijo alcohólico que regresa a su vida antigua.

¿Creciste en la oración, el ayuno y la limosna durante la Cuaresma? ¡Bendito sea Dios! ¡Síguelo haciendo! ¿Sabías que el ayuno de carne es para todos los viernes del año y no sólo durante la Cuaresma? (Lo que sucede es que la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos dijo que se podía sustituir por otro sacrificio, pero en la práctica, nadie ayuna ni hace sacrificio).

Les propongo tomarse la vida nueva que han recibido de Cristo en serio. No podemos volver a ser los de antes. Haz un buen examen de conciencia y piensa sobre las cosas que te ayudaron durante la Cuaresma a amar más a Jesús y síguelo haciendo. Un atleta no deja de practicar cuando se acaba el juego. Más bien, utiliza los tiempos entre los juegos para entrenar aún más. ¿Dejaste el Facebook? ¿Disminuiste los medios sociales? ¿Ofreciste algún sacrificio? ¿Separaste tiempo para rezar? Muy bien. Ahora, incorpóralo a tu vida diaria. Durante el tiempo de Pascua (y todo el año) debemos corresponderle aún más a este Dios que dio Su vida por amor a nosotros.

No podemos dejar de crecer. La vida espiritual y la vida del amor es una vida de constante progreso. Es como esas máquinas caminadoras que están en el gimnasio que si dejas de caminar te lanza para atrás. Somos discípulos peregrinos llamados a ser transformados de gloria en gloria (2 Cor 3:18). No nos dejemos deformar y enfriar por la cultura, la apatía o la flojera. Cristo, tu Rey y Salvador ha entregado todo para salvarte. Ha dado su vida, su sangre y hasta Su Madre te ha dado para llamarte a una vida nueva, una vida resucitada. Ahora, te toca corresponderle.

Briceño, una virgen consagrada, se dedica a la evangelización a través del arte con su ministerio sacredprint.com.

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