ach-logo-spanish.svg
opinion

Reconstruye mi iglesia

Alexander Diaz

ADOBESTOCK

blue-sky-with-cross_AdobeStock_113562790 web

En más de alguna ocasión hemos escuchado esa frase en boca de los Franciscanos, “Reconstruye mi Iglesia”, porque fueron las palabras con las que Jesús le pidió a San Francisco que requería del testimonio de su vida para reconstruirla. Aquel pobre de Asís tomó muy en serio este llamado y lo siguió; podemos decir que reconstruyó la visión de iglesia de aquel momento y le dio un nuevo rumbo.

Más de mil años después, en más de una ocasión he sentido que Dios nos está pidiendo volver a hacerlo, porque de una u otra forma algunas áreas requieren reparo. Podrá sonar un poco fuera de contexto, pero la verdad es que urge que reconstruyamos lo que nosotros mismos hemos derrumbado. Este impulso suena más fuerte hoy, dos años después de una pandemia que vino a cambiar prácticamente todo a nuestro alrededor. En un abrir y cerrar de ojos todo cambió, y desafortunadamente en su mayoría para mal.

No sé si lo habrán notado, pero nuestros templos están semivacíos, un gran porcentaje de feligreses no ha vuelto, muchos voluntarios simplemente dejaron de servir y otros usaron la excusa del virus para practicar una fe cómoda y sin compromiso. Aparte de todo eso, si vemos el contexto social, la vida moral de muchos que se llaman asimismo cristianos, deja mucho que desear — querer imponer un cristianismo a su medida aceptando actitudes y formas de vida contrarias al evangelio — éstas y muchas otras cosas están minando el crecimiento espiritual de muchos y por qué no decirlo, de la mayoría. Por todo esto, el Señor nos pide hoy a todos que reconstruyamos su iglesia.

Reparar la iglesia implica replantearnos cómo estamos viviendo nuestro compromiso bautismal y buscar hacer un cambio radical en nuestro propio estilo de vida. Pasando de la comodidad que el modernismo nos ofrece, a tomarse la vida divina en serio y comenzar a ser testimonio viviente del evangelio; dejar de ser un espectador y convertirse en un comprometido. Cuánta falta nos hace en estos días cristianos comprometidos y que vivan el evangelio con radicalidad, sin complejos y sin fanatismos vacíos; que digan si al Señor sin miedo a ser rechazados.

La reconstrucción de la iglesia comienza dejando de lado el miedo a ser diferentes, cuando deja de importarnos el qué dirán por ser auténticos y transparentes, cuando comenzamos a llevar una vida interior basada en las obras de misericordia, cuando perdemos el miedo a defender la verdad del evangelio, porque cuando no lo hacemos, entonces con el silencio nos volvemos cómplices de los enemigos de la iglesia, que la mancillan y la destruyen. Jesús es claro cuando afirma: “El que no está conmigo esta contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama” (Lc 11, 23).

Ante este llamado de Jesús, necesitamos más apóstoles auténticos y decididos que estén dispuestos a ir más allá de lo común, que quieran convertir lo ordinario en extraordinario, que deseen iluminar la oscuridad con la luz del testimonio alegre y enérgico de una vida cristiana limpia y bien vivida, que busque siempre el rostro de Dios y le sigan. San José María Escribá decía, “Seguir a Cristo no significa refugiarse en el templo, encogiéndose de hombros ante el desarrollo de la sociedad, ante los aciertos o las aberraciones de los hombres y de los pueblos. La fe cristiana, al contrario, nos lleva a ver el mundo como creación del Señor, a apreciar, por tanto, todo lo noble y todo lo bello, a reconocer la dignidad de cada persona, hecha a imagen de Dios, y a admirar ese don especialísimo de la libertad, por la que somos dueños de nuestros propios actos y podemos — con la gracia del Cielo — construir nuestro destino eterno” (Es Cristo que pasa, 99).

En otras palabras, reconstruir la casa de Dios significa, reconstruirnos a nosotros mismos y nuestro ambiente personal, volver a la vida sacramental y a nuestros compromisos evangélicos, a vivir con alegría el apostolado en nuestras parroquias, a redescubrir que todos somos entes activos en la construcción del reino, pero debemos hacerlo en serio y de manera radical — sin tapujos y sin miedos — porque tenemos que tener algo claro, hacemos una opción clara y directa por Dios o comenzamos a hacerlo por el enemigo.

Da la impresión de que muchos no han optado por Dios, pero es nuestro deber recordarles que la mejor opción está en Dios y en su proyecto. Reconstruyamos la iglesia de Dios siendo santos, la santidad es el único camino.

El Padre Díaz es párroco en la Parroquia Reina de los Apóstoles en Alexandria.

Related Articles