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opinion

¿Se ha perdido la conciencia del Pecado?

Alexander Diaz

ADOBESTOCK

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Hablar del pecado en la época actual es hablar de algo pasado de moda, de algo que ya no va con este tiempo, porque la humanidad ha perdido la conciencia de Dios y el sentido de su existencia. A muchos les da igual estar en gracia de Dios que no estarlo; o peor aún, no se sabe ni siquiera qué es estar en gracia de Dios. Estar y vivir en gracia de Dios es tener conciencia profunda de su amor incondicional y faltar a su amor es faltar a todo. A veces me da la impresión de que ya hemos perdido la conciencia de amar y dejarnos amar.

La Iglesia nos dice: “En lo más profundo de su ser, el ser humano descubre una ley que él no se ha dado a sí mismo y a la que debe obedecer, y cuya voz resuena cuando es necesario, en los oídos de su corazón, llamándole siempre a amar y a hacer el bien y a evitar el mal … Es una ley inscrita por Dios en su corazón … La conciencia es el espacio más secreto y el sagrario de cada ser humano, en el que cada persona está sola con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de su ser. Presente en el corazón de la persona, la conciencia moral le ordena, en el momento oportuno, practicar el bien y evitar el mal. La persona prudente, cuando escucha la conciencia moral, puede oír a Dios que le habla. En todo lo que dice y hace, el hombre está obligado a seguir fielmente lo que sabe que es justo y recto” (CIC 1776-1778). “Retorna a tu conciencia, interrógala … retornad, hermanos, al interior, y en todo lo que hagáis mirad al Testigo de Dios” (San Agustín).

De entre todas las personas que dicen creer en Dios, no todas tienen la conciencia despierta para saber descubrir en sus vidas aquello que es realmente pecado. Algunos, como dijo Jesús “cuelan el mosquito, pero se tragan el camello” (Mt 23,24). Otros, se aman tanto así mismos que defienden su caso, el pecado les resulta ya algo familiar y por vanidad u orgullo no quieren reconocerse perdedores. Cuando pecan se consuelan diciéndose a sí mismos, “Es un solo pecado; nunca lo cometí anteriormente ni lo cometeré de nuevo mientras viva” (John H. Newman, Discurso segundo).

Hoy en día, es común ver cristianos que tienen la conciencia dormida y se han acostumbrado a vivir en pecado, y su desgracia es el no darse cuenta de que sus almas se están marchitando cada día más. Hay parejas que llevan años viviendo en fornicación sin el sacramento del matrimonio y no se preocupan por ello; el uso de la droga es parte de la vida, la pornografía y los pecados sexuales ahora son recomendados por médicos y consejeros; en la televisión y las redes sociales se hace y se ve lo que se quiere y nadie tiene ningún cargo de conciencia por ofender a Dios o destruir la sacralidad del cuerpo y del alma. “El pecado del siglo es la pérdida del sentido del pecado,” decía el Papa Pío XII.

La triste verdad es que a muchos cristianos ya no les importa pecar, su conciencia está muerta. “Por momentos se oscurece gravemente la conciencia moral en los seres humanos para distinguir entre lo que es bueno y lo que es malo, se oscurece además el sentido de Dios, y entonces, perdido este punto decisivo de referencia interior, se pierde el sentido del pecado” (J. Pablo II, Reconciliación y Penitencia, 18). “Hay hombres a quienes se permite una larga vida, de feliz apariencia, al margen de Dios”.

Hace poco un sacerdote anciano nos contó en un retiro espiritual la siguiente historia: Un grupo de demonios que creían que su trabajo se les estaba terminando, pidieron a su jefe tener una reunión de emergencia para discutir lo siguiente: Tenemos un problema por aquí abajo, y es muy serio. ¿Qué problema es? Dijo el demonio principal. El desempleo, le dijeron. Explícame eso, dijo él. Nuestro oficio tradicional ha sido siempre el de tentadores. Tentar a hombres y mujeres para que pequen y vengan al infierno. Así es, dijo el demonio, y nunca nos ha faltado trabajo. Pero ahora sí, dijo el que estaba hablando. ¿Y eso cómo? Preguntó el demonio. Pues se tientan ellos mismos unos a otros, se tientan por la televisión, por el cine, por las redes sociales, por el mal uso de la tecnología. Tienen el pecado al alcance de la mano, y se empujan hacia él unos a otros. Estamos de sobra. Siempre llegamos tarde y nos quedamos cortos. Nos han quitado nuestros puestos de trabajo ¿Qué vamos a hacer ahora tantos demonios que no sabemos hacer otra cosa? Somos tentadores de profesión, y ya nadie necesita nuestros servicios. ¿De qué vamos a vivir? Pero la gente sigue pecando, dijo el diablo jefe. Eso es lo peor, señor, le contestaron. La gente peca, pero no tiene sentido del pecado. A esto dijo el diablo, dando un fuerte grito: ¡Veo que no habéis entendido la estrategia de nuestro estado mayor! ¿Qué estrategia? La de la pérdida del sentido del pecado entre los humanos. ¿Y cómo nos ayuda eso a nosotros? Le preguntaron. Nos ayuda porque el pecado existe, lo admitan ellos o no, y el pecado lleva al infierno, que es lo que nos interesa a nosotros.

Esta corta historia debe de hacernos pensar sobre cómo estamos viviendo nuestra vida espiritual, y auto examinarnos si somos capaces aún de rechazar el pecado de manera enfática o si somos parte de los cristianos laxos que han perdido la conciencia de pecado y ofenden a Dios sin ningún dolor.

El Padre Díaz es párroco en la Parroquia Reina de los Apóstoles en Alexandria.

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